Las secuelas del 25-N

Derecho a decidir y respeto a lo decidido

Los catalanes no quisieron apoyar el proyecto de Mas, pero él mantiene el rumbo con nuevos socios

Derecho a decidir y respeto a lo decidido_MEDIA_2

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MANUEL CRUZ

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El pacto de legislatura CiU-ERC ha demostrado muchas -tal vez demasiadas- cosas. Empezando, casi al azar, por alguna podría señalarse que, por lo pronto, ha hecho saltar por los aires todos esos argumentos, tan reiterados de un tiempo a esta parte, cuyo denominador común venía a ser la afirmación de que solo había una política económica posible (afirmación que admitía diversas variantes: «Tenemos las manos atadas», «las directrices nos vienen de fuera», «con este presupuesto apenas podemos hacer otra cosa que administrar la escasez», etcétera). Pues bien, los mismos que antes enfatizaban con tanta vehemencia tal afirmación, ahora sostienen sin el menor rubor (eso sí, con el mismo énfasis) afirmaciones contrarias, aunque, desde luego, manteniendo que ahora son sus nuevas afirmaciones las únicas defendibles.

Quede claro que lo que me interesa destacar ahora no es tanto el signo de la mudanza, el hecho de que el que fuera presidente de un Gobiernobussiness friendlyse haya transformado de repente casi en socialdemócrata confiscador, como la mudanza en cuanto tal. Y, sobre todo, el hecho de que el motivo de la misma no parece residir en ningún arraigado convencimiento político-económico, ni menos aún en las exigencias de los votantes de quienes han adoptado casi por completo el programa de sus nuevos socios, sino más bien en la preocupación de los primeros por no quedar descabalgados del poder.

El asunto no debería sorprender demasiado. Estábamos sobre aviso. El desenvuelto desparpajo con el que a lo largo de la última campaña el señorMasiba variando sobre la marcha sus posiciones en función de las últimas declaraciones de un dirigente europeo o del más reciente artículo deThe Economisto delNew York Times,demostrando no tenerle el menor temor ni a incurrir en contradicciones ni, menos aún, a faltar a la verdad (¿recuerdan cuando negó haber dicho nunca -¡y lo había hecho en sede parlamentaria!- que estaba dispuesto a convocar una consulta, aunque fuera ilegal?), anunciaba lo que ha terminado por ocurrir. Es cierto que tras las últimas elecciones no ha habido el menor amago de autocrítica por parte de fuerza política alguna, pero habrá que admitir que la cosa resulta especialmente llamativa en el caso de quien las ha ganado/perdido.

Porque el principio general es que nadie convoca elecciones para quedar peor de como estaba, pero que si ello ocurre resulta obligado que rinda cuentas ante la ciudadanía por el fracaso. En concreto, alguna explicación parece que deba quien ha reclamado a la sociedad catalana una mayoría contundente para un determinado proyecto y se ha encontrado con que los votantes no solo no se la han concedido sino que han rebajado ostentosamente su confianza en ese líder. Pues bien, lejos de proporcionar la explicación en cuestión, la respuesta del cabeza de lista de CiU ha venido a ser algo así como: «Bueno, da igual, pues llevaré adelante el proyecto con otros».

El daño que semejante tipo de conductas inflige en general al crédito de la política y los políticos ha sido suficientemente reiterado como para a estas alturas ser ingenuos y confiar en que recordarlo una vez más pueda servir para algo. Tal vez por ello valdrá la pena señalar un aspecto particular que a cualquier persona sensata le debería conducir a una seria reflexión. Porque en cuanto ha regresado al Parlament de Catalunya,Artur Masha vuelto a blandir como arma arrojadiza el «imbatible eslogan» (Rubalcabadixit) del derecho a decidir. No hará falta recordar, por sabido, que tal derecho, como por lo demás cualquier otro, tiene sus restricciones. Quizá importe más en este momento destacar qué uso de las decisiones de los ciudadanos de Catalunya está dispuesto a hacer el señorMas.

Porque los ciudadanos de Catalunya, es verdad, no tuvieron el pasado 25 de noviembre la oportunidad de decidir acerca de su estatus político con el resto de España, ni acerca de su hipotética nueva inscripción en Europa, ni cosas parecidas. Pero sí tuvieron la ocasión de decidir acerca de cosas no menores como, sin ir más lejos, el propio proyecto político del señorMas.Respondieron en la forma en que lo hicieron, y a la vista está el caso que el yapresidentde la Generalitat ha hecho de su decisión.

Inquieta severamente la ligereza con que trata las decisiones de sus conciudadanos aquel a quien se le llena la boca con el derecho a decidir. ¿A cualquier futura decisión que pueda tomar el pueblo de Catalunya piensa hacerle el señorMasel mismo caso? ¿O es que piensa pasar a formar parte de los partidarios de repetir los referendos hasta que se obtenga el resultado que los organizadores quieran (o les convenga)?

Catedrático de Filosofía (UB).