Al contrataque
¿Un proceso de todos?
Ernest Folch
Editor y periodista
Lo más divertido de los días posteriores a unas elecciones es que los partidos se ven obligados a matizar o incluso a contradecir lo que habían sostenido pocas horas antes en campaña electoral. A quienes los hurgaron durante 15 días, los electores les han dicho, con una cierta dosis de ironía: ahora callaos y poneros de acuerdo. Por eso es tan sano que los votantes hayan obligado ERC y CiU a entenderse, les guste o no.
Los republicanos se ven cada día que pasa más abocados a asumir los ajustes como un ejercicio de responsabilidad, que es la palabra de moda para forzar a gobernar a quienes no quieren. Los convergentes tienen que asimilar públicamente que los recortes efectivamente se podían hacer de otra manera. Hasta aquí todo es legítimo y entra dentro de las reglas clásicas de la política. Lo que ya no parece tan impoluto es la manera en la que el derecho a decidir se ha convertido en la mercancía que estos días trajinan arriba y abajo unos y otros para conseguir un pacto de gobierno. El proceso que se había iniciado el pasado 11 de septiembre y que culminó con las elecciones del 25 de noviembre no es una tasa turística ni ningún punto ordinario de un programa que se pueda usar como una moneda de cambio. Es, como se ha dicho y repetido, la voluntad del pueblo, es decir, palabras mayores.
Hemos visto cómola fecha de la consulta pasa de los equipos de CiU a los de ERC como una pelota privada de un partido a puerta cerrada. ¿Pero no habíamos quedado en que el proceso, y todas las decisiones que comporta, sería transversal, abierto y participativo? ¿Cómo es que aún no se ha convocado para hablar de ello a ICV y la CUP, que defienden la consulta sin absolutamente ninguna fisura? ¿Por qué no se ha integrado también al PSC, que por mucho que ni tan siquiera él se lo creyera, llevaba también en su programa el derecho a decidir?
Al margen del día a día
No haber aislado el referendo de las contingencias del día a día es el origen de este grave error, que todavía puede ser reparado. Si alguien tenía la fantasía de que este proceso se podía hacer con la soledad de dos partidos, aunque sean los que tienen más escaños, lo tiene claro: el 25-N dictaminó muy claramente que el proceso no puede ser una exclusiva de nadie.
La absurda exclusión inicial de la CUP a la cumbre sobre el catalán, salvada a última hora, era otro síntoma de que en la política catalana se acaba sucumbiendo inevitablemente a la tentación de arrinconar a los demás. El tripartito marginó a CiU y lo pagó. CiU se alió con el PP para aislar el resto y la han castigado. ¿Piensan CiU y ERC repetir la misma pifia con la consulta?
El destino de una nación no se decidirá en ningún despacho excluyendo a quienes estorban, ni los dos partidos que lideran el proceso llegarán a ninguna parte si no seducen por el camino a mucha más gente.
No hay elección: o el derecho a decidir es transversal o morirá de muerte natural.
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