Al contrataque
¿Revolucionarios o conservadores?
Ernest Folch
Editor y periodista
ERNEST FOLCH
La última tendencia en opinión política dice que no se puede convocar una huelga como la de ayer en medio de un proceso electoral. Es difícil llegar a entender cuál es el argumento que sostiene una teoría tan estrambótica, que está a la altura de aquella que dice que no se puede mascar chicle y andar en bicicleta al mismo tiempo. El silogismo de los irritados dice así: un paro como el de ayer lo convocan los sindicatos, que están cercanos a los partidos de izquierda, que así consiguen desviar la campaña hacia su terreno.
En realidad, detrás de la teoría aflora una paranoia cada vez más extendida, que es la de creer que la huelga de ayer se convocó para boicotear el proceso catalán. Hombre, es verdad que somos el centro del mundo, pero quizá no tanto como para que todos los países europeos se pongan de acuerdo el mismo día para molestar a los pobres catalanes, ¿no les parece? Supuestamente se trataría también de una conspiración españolista para ir contra el soberanismo, pero entonces ¿cómo se entiende que organizaciones tan diferentes y tan poco sospechosas de colaborar con el enemigo como la ANC, la CUP, ERC o ICV apoyasen de manera explícita y radical la huelga de ayer?
Razones partidistas
Los argumentos caen por su propio peso porque obedecen, ellos sí, a razones puramente partidistas. Lo que es electoralista no es convocar una huelga sino atacarla para proteger unos intereses de partido, he aquí el quid de la cuestión. Lo que es realmente curioso y digno de estudio es que la teoría de la conspiración sindical-española haya sido cocinada por algunos políticos, medios y opinadores que, como mucha otra gente, están enzarzados en un proceso para pedir un Estado propio para Catalunya, demanda que en sí misma es profundamente subversiva y revolucionaria, en el sentido más noble de la palabra. Nadie es más antisistema en estos momentos que Artur Mas, y si no que se lo pregunten a los tótems del establishment catalán, que no han podido hacer nada para convencerle de que la legalidad debe estar por encima de la legitimidad popular. Justamente lo más admirable de la travesía que ha hecho CiU, arrastrada por la manifestación de la Diada, es que ha aceptado viajar en un tren que se aleja del viejo y obsoleto centro político de toda la vida.
Por eso sorprende que algunos se muestren con la independencia dispuestos a saltarse las leyes, y al mismo tiempo sean tan ortodoxos cuando se trata de discutir derechos sociales y recortes. Entonces sí, justo entonces las huelgas son contraproducentes, anticuadas y españolas. Quizá lo que en realidad nos quieren ocultar es que la crisis social es también la gran causa de la eclosión del soberanismo y que la gran manifestación de la Diada era más una revuelta que una clásica reivindicación nacional. Resulta fascinante ver que algunos han descubierto que se puede ser revolucionario por la mañana y ultraconservador por la tarde. Fascinante, o quizá simplemente sospechoso.
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