El proceso de paz en el País Vasco

Los presos, una partida equivocada

Rajoy no percibe en su entorno ninguna demanda de acción a favor de la normalización de Euskadi

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IÑAKI
GONZÁLEZ

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No tengo muy claro si alguien en el Gobierno de Rajoy ha decidido jugar una baza en torno a los presos de ETA. Sí es evidente que en la izquierda aberzale hay toda una partida planteada al respecto. Quizá la negativa a atender a ese juego pudo ser una reflexión inteligente en el pasado, pero ahora se ha revelado que quien más ha preparado las cartas es quien más cómodo está. La izquierda aberzale tiene una estrategia al respecto y la ausencia de una postura clara por parte del Gobierno del PP no ha impedido que las cartas estén repartidas.

El asunto de la gestión penitenciaria de las condenas de los presos de ETA se ha revitalizado este verano en la izquierda aberzale. La demanda de excarcelación de los presos está de oficio en su discurso, pero su capacidad de concitar adhesiones más allá de las procedentes de la fiel ortodoxia solo reverdeció con la sentencia de Estrasburgo sobre ladoctrinaParot. Hoy podemos considerar que otra decisión anterior del mismo tribunal --la relativa a la ley de partidos-- fue coadyuvante a la convicción de ese mundo de que su futuro pasaba por la desactivación de la violencia de ETA.

Una reacción igualmente silenciosa pero consciente de las consecuencias del pronunciamiento del tribunal en julio pasado debió haber propiciado una estrategia inteligente del Gobierno. En oposición a ese esfuerzo, que no se hizo, el piloto automático dictaba un recurso y abría una mesa de juego en la que corrió a sentarse quien más tiene que ganar en ella. El colectivo de presos de ETA se movía entre la impaciencia y la decepción hacia sus propios portavoces políticos y halló en este caso una fórmula de cohesión. La creación de uncaso Uribetxeberriafue la primera consecuencia.

Iosu Uribetxeberria Bolinagase convirtió en emblema de la petición de excarcelación de los presos de ETA enfermos. El ruido generado en torno a su caso y la inminente conclusión del mismo, con la más que previsible ratificación de su libertad provisional, pone en evidencia el coste, en primer lugar para sí mismo, de la rigidez gestual del Gobierno del PP en esta materia. A Interior le hubiese bastado aplicar la ley con diligencia para desactivar el culebrón.

En cambio, se ha sometido al juez de vigilancia, a la estructura penitenciaria y a los médicos encargados de peritar el estado de salud del preso a un bombardeo mediático en el que la perversión de plantear la decisión última de todos ellos en términos de afrenta a las víctimas de ETA muestra el largo camino que nos queda por recorrer. Discrepo de quienes piensan que la agonía narrada de un criminal resarce moralmente a sus víctimas. No creo en la prisión perpetua ni me consolida éticamente frente al crimen que sus actores se consuman hasta la muerte en prisión.

Suscribo, en cambio, la reflexión del presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, cuando afirma que el principio de «común humanidad» que debe sustentar las decisiones del régimen penitenciario es lo opuesto a la cosificación de la víctima que aplica el terrorista. Considero sinceramente que, como sociedad democrática, la convicción ética del ejercicio de la justicia se construye desde esa diferencia.

La factura de las tensiones generadas por este caso se giran una vez más a los contendientes políticos en Euskadi y España. El desgaste que el asunto crea en el seno del PP ha quedado en evidencia.Mariano Rajoyno percibe en su entorno en la capital del reino una demanda de acción a favor de la normalización social y política de Euskadi, pero le sobran guardianes de la ortodoxia dispuestos a demonizar cualquier atisbo de inteligencia política en ese sentido. Hay quien ha hecho de la hipersensibilización y la estrategia de carnes abiertas un concepto de su propia moral y, sin ellas, carece de otro valor político.

En la precampaña vasca, elcaso Uribetxeberria produce más incomodidades en unos que en otros. Ninguna en el entorno más radical ni en la pose del PP vasco. El bledo queBasagoitidice importarle la situación de los presos de ETA encaja hoy en una campaña que agita el fantasma de la radicalidad a la que vincula por igual a PNV y Euskal Herria Bildu. Pero ahora mismo la aportación deArnaldo Otegitiene más valor para estos últimos. Su disculpa a las víctimas, publicitada en tiempo y forma electorales, busca disputar un voto nacionalista moderado al PNV, lo que no quita que a estas realidades de hoy no quepan respuestas del pasado yOtegiestá entrando por el aro que le veníamos exigiendo. Al aludido PNV sí le incomoda el debate porque es una gatera en la que solo la izquierda aberzale se defiende panza arriba y oculta el debate en el que querría centrar la campaña: las medidas de reactivación económica. Y paraPatxi López,empeñado en el cara a cara conÍñigo Urkulluhaciendo abstracción de PP y EH Bildu, cuanto antes pase el asunto, mejor. Periodista.