Dos miradas

Busco dragón

EMMA RIVEROLA

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Eli.

La princesa llamó a la tienda pidiendo un dragón que la salvara del hastío. Pero se habían acabado, así que

revisó el catálogo en busca de una alternativa. El apartado de príncipes, duques y otros nobles lo pasó sin dedicarle un vistazo. Buscaba algo que le librara de su propio olor a naftalina. Un elefante la saludó desde las páginas centrales. Le pareció simpático, pero algo le decía que no sería bien recibido en la familia. Pasó a la sección de viajes, pero ya coleccionaba fotos de sus visitas a cada uno de los destinos. El hombre que la atendía al teléfono empezó a impacientarse. La princesa trató de acelerar el pedido, pero su mirada resbalaba por las páginas sin encontrar dónde asirse. Las ofertas inmobiliarias quedaban deslucidas al compararlas con sus estancias privadas, y las promociones 2x1 en menaje del hogar le sonaban a chiste malo. Cuando ya se daba por vencida, le llamó la atención la página de anuncios por palabras. ¿Puede tomar nota?, inquirió a su interlocutor. Y empezó a dictar su pequeño reclamo: «Princesa se ofrece a dragón para leerle cuentos a medianoche a cambio de vuelos nocturnos sobre su lomo». Colgó el teléfono y por un momento imaginó la ira de su padre al saber de ese trueque disparatado que la llevaría a observar el mundo desde más allá de sus narices. Su corazón empezó a palpitar acelerado¿ Y sonrió. Sin duda, el mundo al revés era mucho menos aburrido.