Lecciones del equipaje de mano

Han pasado a la historia los tiempos en los que para ir de viaje salíamos cargados de maletas y de paquetes. Había gente que llevaba todo lo que pudiera necesitar para hacer frente a los imprevistos climatológicos, sociales o incluso de salud que se le pudieran presentar mientras estuviera lejos de casa: ropa por si hacía frío y por si hacía calor, un gran neceser, un botiquín, un pequeño costurero o varios libros para leer en los trayectos de avión, barco o tren. Algunas personas también cargaban con un secador o una plancha, por si a última hora debían eliminar alguna arruga o secarse el cabello. Con tantopor si,éramos la imagen viva de la familia Ulises del TBO, que llenaba el utilitario hasta arriba -jaula del periquito incluida -para ir a pasar unos días en la costa.

Esto sucedía antes de ayer, pero es que antes de antes era más exagerado. Cuando nuestros abuelos, ninguna mujer abandonaba el hogar para unos días sin llevarse un baúl, incluso más grande que su anatomía, lleno de sus numerosas pertenencias.

Con Ryanair hemos aprendido a viajar con lo imprescindible. En el equipaje de mano solo hay espacio para las prendas justas de ropa que necesitaremos en una semana, el cepillo de dientes, el desodorante, un frasco de champú, alguna lectura y poca cosa más. Sin espacio para colocar los extras para hacer frente a los imponderables, hemos descubierto la autonomía y libertad que nos da ir por el mundo ligeros de equipaje. Llevar menos peso nos permite movernos más rápido, cansarnos menos y llegar más lejos. Las duras condiciones que impone la aerolínea irlandesa tienen, paradójicamente, otra ventaja para nosotros: obligarnos a dejar fuera de la maleta todo lo que no cabía, ahora sabemos discernir entre lo accesorio y lo que de verdad necesitamos. Sin pretenderlo, las compañíaslow cost nos estaban preparando para ir por la vida con un modesto equipaje de mano.