El arte en el paisaje barcelonés

'Castellers' de alambre y angelitos de cartón

El atractivo de la escultura de Llena contrasta con el abominable pesebre de la plaza de Sant Jaume

'Castellers' de alambre y angelitos de cartón_MEDIA_2

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ORIOL BOHIGAS

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Aún no inaugurada oficialmente, pero acabada e impuesta en el ambiente urbano, ha aparecido en la plaza de Sant Miquel de Barcelona una gran escultura deAntoni Llenaque, además de ser una pieza de homenaje a loscastellsy loscastellersde Catalunya, preside una transformación de un fragmento muy significativo del centro histórico. Me gusta mucho la pieza y su ubicación y aún me gusta más si la interpreto como un síntoma de que no se ha interrumpido -como parecía estos últimos años- esa campaña para situar en los espacios públicos de Barcelona una serie de esculturas con función urbana y al mismo tiempo con significación artística, que comenzó en los años 80 y que permite considerar algunos sectores de la ciudad como un museo al aire libre:Oldemburg, Miró, Lichtenstein, Chillida, Calder, Plensa, Mario Merz, Turrell , Carr, Maillol, Susana Solano, Corberó, Richard Serra, Sergi Aguilar, Bryan Hunt, Cristòfol, Botero, Tàpies, etcétera. Me parece un buen gesto que uno de los primeros actos del nuevo ayuntamiento sea la inauguración de esta escultura que puede marcar la continuidad de unos propósitos culturales en el ámbito urbano.

Hay muchos temas sugerentes en la calificación de esta escultura, y quizá el más relevante sea el acierto con que el autor ha sabido aportar un gesto de monumentalidad manteniendo, sin embargo, un lenguaje radicalmente antimonumental, un lenguaje basado en las cualidades de lo efímero e incluso de la provisionalidad y el reciclaje casi simbólico. La explicación quizá haya que encontrarla en el inteligente uso exclusivo de un material modesto, casero, barato, quebradizo, como es la tela metálica trenzada, tan habitual en los gallineros y las sencillas vallas de los campos y los huertos, pero diseñada a un tamaño y a una escala tan diferentes e incluso contradictorias en la expresión que adquiere la abstracción radical necesaria para convertirse en monumental. Por supuesto, el acierto viene también confirmado por la ubicación tan precisa e intencionada del monumento en el cruce visual de dos plazas, transmitiendo hacia la más formal (Sant Jaume) una vibración paisajística nueva que la relaciona con el escenario más difundido del entorno histórico popular. Y también, transmitiendo a la de Sant Miquel un principio de orden a partir de la jerarquía de forma y contenido y de la geometría del ayuntamiento y la Generalitat. Hay, además, otro valor a subrayar: haber sabido jugar adecuadamente con todos los valores de la expresión artística, la contradicción entre lo macizo y lo transparente: es un volumen solo delineado por el alambre y los trenzados pero presente y presidencial, como un macizo transparente o como una transparencia maciza que cuando penetras en ella te permite recuperar la realidad de la escueta delineación. Un volumen vacío y transparente. Transitable pero corpóreo.

Felicitemos, pues, al ayuntamiento por esta muestra de voluntad cultural y de buen diseño urbano, rogándole que extienda esta actitud tanto como sea posible a otros sectores de la ciudad. Precisamente, a pocos metros del monumento a loscastellershay una gran muestra de dejadez e incultura: el abominable pesebre de la plaza de Sant Jaume, que este año ha batido todos los récords de ridiculez y de mal gusto, con angelitos de cartón, rosados y regordetes, paisajes de naturaleza muerta como si fueran terrazas de las Tres Torres o del Put-

xet disfrazados con reciclajes de los tópicos decorativos del MNAC. ¿Cuándo acabaremos con esta implantación paternalista de la incultura? ¿Cada año tenemos que esperar el susto del nuevo pesebre de guardarropía?

Está claro que la opinión del vecindario y de la ciudadanía ambulante -y, quizá, del turismo más esquinado- es siempre imprevisible: del pesebre nadie hace una crítica, y el homenaje a loscastellsy loscastellers, en cambio, provocó protestas tan mal fundamentadas como la que se exhibía en unos cuantos balcones del entorno con letreros que decíanNo volem l'estàtua. Llamar estatua a una pieza metálica deLlenaexplica la grave distancia y el desbarajuste cultural de una ciudadanía seguramente ya mutilada por el mal ejemplo y la insistencia del pesebre de cada año. Arquitecto.