El turno

Los milagros de Santa Eurovisión

XAVIER Moret

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Hace muchos años, allá por los lejanos 60, el Festival de Eurovisión tenía prestigio en España. Había que ganar el festival como fuera, para mayor gloria del franquismo y para que el mundo se enterara de lo que era España.Massiel,en 1968, consiguió el tan deseado triunfo y así toda Europa supo del gran potencial cantor de una España que en aquellos años malvivía bajo una dictadura.

En las últimas décadas el Festival de Eurovisión ha bajado muchos enteros en Europa occidental, pero los países del Este han tomado el relevo del entusiasmo. Este año, por si alguien lo ha olvidado, lo ganó Azerbaiyán, un país lejano, geográficamente asiático y culturalmente europeo, por el que ahora estoy viajando.

Azerbaiyán, rico gracias al petróleo, considera que el festival es su gran oportunidad para presentarse ante el mundo como un país lanzado con optimismo hacia el futuro. Es por ello que construyen una sala de conciertos para el festival, están renovando a fondo la capital, Bakú, y prevén inaugurar antes de mayo del 2012 nada menos que cinco hoteles de cinco estrellas y 11 de cuatro estrellas.

«Eurovisión es una buena ocasión para mostrar al mundo dónde está Azerbaiyán», me comenta un azerí. «La gente conoce Rusia y conoce Irán, pero no Azerbaiyán, que está entre ambos países. A partir del festival todo será diferente».

Lo que ignoran los eufóricos azeríes es que confiar en el Festival de Eurovisión es agarrarse a un clavo ardiendo. Aunque, bueno, en este país están acostumbrados a jugar con fuego, ya que Azerbaiyán significa precisamente país de fuego. Les deseo mucha suerte, pero me pregunto quién llenará los hoteles después del Festival de Eurovisión. Por si acaso, me dicen, Bakú se postula para los Juegos Olímpicos del 2020. Si se les escapa el primer tren, siempre podrán subirse al siguiente.