La renovación política

La perspectiva esquizoide

Las nuevas generaciones de dirigentes europeos están muy lejos de sus predecesores inmediatos

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MANUEL Milián Mestre

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El joven vive hacia fuera, considera sobremanera el exterior, el entorno, la vivencia compartida, que no siempre reflexiva. El viejo vive hacia dentro, interioriza cuanto sucede, lo mide y propone una visión reflexionada. La del joven es una pintura expresionista, de trazos fuertes y perfiles subrayados. La del viejo es tan realista como impresionista: muestra el paisaje como lo ve, a su manera, no queriendo imponer una visión exageradamente propositiva. Es la dualidad de la vida; por eso en la mejor tradición intelectual y política el joven suele apasionarse por lo radical e izquierdista, para derivar paulatinamente hacia la mesura de la percepción. Sin embargo, esta visión esquizofrénica de la virtualidad humana no siempre se corresponde con la apreciación de la realidad por la sociedad, que propende a fijar la instantánea en lugar de atender a las derivaciones lógicas del proceso existencial.

Aristóteles se refería al centro como expresión máxima de la virtud. Los griegos clásicos establecen en la armonía el ecosistema de la felicidad. Los extremos suelen ser desarmonizadores por naturaleza y, en consecuencia, fuentes de infelicidad individual y social. Así lo predicabaCicerónen su tratadoDe Senectute (sobre la vejez) que atribuía a la experiencia de la vida casi el fundamento del saber. De ahí que los romanos fueran gobernados por las normas que establecía el Senado (asamblea de los sabios).

Cuanto acaece en nuestra sociedad y en este tiempo es un trasunto de esta dicotomía esquizoide, que más de uno calificará de dualismo, cuando en realidad es la visión de lo espacial o social en tiempos distintos. El ímpetu y la impericia de políticos jóvenes provocan tensiones, paradojas y un forzamiento del escenario real. Por su inexperiencia, dada a ideologismos e improvisaciones, no son los más idóneos para sacar a un pueblo de la crisis.

Zapateroes un testimonio inagotable de esta forma de proceder inexperta, errática y excesivamente condicionada por su doctrinarismo, algo propio de su juventud al llegar al poder y poco comparable al realismo de congéneres comoGonzález,Schmidt,Spack,SchröderoMitterrand.La juventud agravó sin duda su torpeza, pero ello no exime la responsabilidad de una acción esquizofrénica de la enorme crisis española: las cosas son como son, no como él se empeñó en verlas; los bancos no son hoy más culpables de la crisis que ayer, pero él presumió de tener la mejor banca de Europa, la más avezada y sólida, y ahora sus gentes insinúan que todo fue por su culpa. Se insistió en restringir el gasto, en extremar el rigor, y lo que hoy se detecta es un desmadre del gasto desorbitado. Trató de descabezar materialmente el PSOE, para acabar cediendo el poder al más veterano y experto de sus ministros,Pérez Rubalcaba, que, procedente del felipismo, es todo un testimonio de perennidad a loAndreotti.¿No es esquizoide su frustrada renovación? ¿No es fruto de la inexperiencia esa mutación de criterio sobre la idoneidad del liderazgo? ¿No se asemeja a un error esa pertinacia en el poder cuando todo se derrumba, cuando lo saludable sería cortar radicalmente este proceso gravemente degenerativo?

La renovación generacional de los liderazgos en Europa está siendo un fracaso. Tras la élite que compusieronMargareth Thatcher, Gorvachov, Helmuth Kohl,pocas luces han surgido, si exceptuamos al brillanteTony Blair, tal vez un destello epilogal. Hoy, muchos de los problemas europeos son fruto de esa impericia, o ceguera, de los liderazgos nuevos, sin sustancia ni consistencia, como se ha demostrado en España, en Portugal o en Italia ahora, con unBerlusconien descomposición, ausentándose de sus responsabilidades políticas, que,in extremis, ha venido a suplantar el viejo y sabio estadistaGiorgio Napolitano,presidente de 86 años, excomunista y dignísimo en sus responsabilidades públicas. En 24 horas concordó un plan de medidas durísimas con todos los partidos políticos. La obra fulminante de un viejo político con agallas de estadista; tal como otroraPertini, anciano expartisano socialista, que puso orden y seriedad en medio de las irremediables tempestades políticas de los 80. ¿Quién podía imaginar una catarsis semejante?

Sin embargo, sucedió, a causa de los dilemas éticos mal resueltos y del apalancamiento de sus políticos en la zozobra esquizofrénica y en la falta de resolución. El problema hoy es de dimensiones europeas: quiebran los jóvenes liderazgos, y hemos arrumbado a los viejos, entendidos, experimentados de otra generación que levantó Europa. Es el mismo mal deZapatero, la misma dislexia milagrera deRubalcaba, los silencios enervantes deRajoy.¿Dónde está el estadista que levante la moral de nuestra sociedad? Son tan chatos y mediocres estos políticos que ni siquiera merecen el calificativo de «caciques de campanario» deOrtega. Ni Europa ni España han dado con su estadista, y sin ellos difícilmente se darán con el entendimiento entre tanta disensión e incompetencia. Decimos unas cosas, y hacemos otras de por sí inconvenientes: es la esquizofrenia. Exdiputado del PP.