El reparto del poder en el País Vasco

Sillas para todos en Euskadi

La reiteración de gobiernos que están en minoría es la seña de identidad de las instituciones vascas

Sillas para todos en Euskadi_MEDIA_3

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IÑAKI González

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Por fin paró la música en Euskadi y los partidos dejaron de correr alrededor de las sillas institucionales. Como se repite cada vez que toca jugar a esto, al final cada silla tiene su posadera sobre ella y a alguno le ha tocado besar suelo porque le han retirado el asiento bajo la nalga en el último momento. El caso de la Diputación de Álava ha sido de esos y, si no ha provocado un escándalo mediático de la dimensión deltamayazo,es fundamentalmente porque no se ha producido en Madrid. Euskadi es noticia si su historia está enredada en las siglas malditas, pero, si de lo que se trata es de un caso de bucanerismo político puro y duro, el interés es menor.

La elección de diputado general alavés ha recaído en el popularJavier de Andréscon el respaldo del PSE. Los motivos por los que los socialistas vascos han decidido concederle al PP la alcaldía de Vitoria y la diputación sin contraprestación alguna ni negociación programática acaban siendo idénticos a los que manejó Bildu para apoyar al candidato del PNV a diputado general alavés. Es un mal indicio de la política vasca, que sigue configurando mayorías más por descarte que por adhesión. Con este dibujo, los dos votos de Ezker Batua (EB) decantaban la mayoría. Del proceso de negociación de la versión vasca de IU con el PNV acabó saliendo un fiasco que ha dejado a la coalición de izquierda desgarrada, reprobada por sus militantes y al borde de la liquidación.

Su líder histórico,Javier Madrazo,que ya ocupaba un segundo plano al menos en lo formal, abandona la militancia acusado de inspirar una negociación clientelar en la que se mezclaron peticiones de crédito para salvar la deuda y los apuros económicos de EB con la demanda de 39 empleos para militantes significados. El rechazo del PNV a estos términos precipitó la ruptura de un principio de acuerdo programático a 72 horas del pleno y dio lugar a un referendo oscuro, sin censo público ni recuento visible en el que varias decenas de militantes alaveses de EB optaron por no apoyar al PNV y ceder así la diputación a un PP sin mayoría absoluta. La denuncia de estos hechos por parte del diputado saliente,Xabier Agirre,en sede foral ha causado un escándalo que se ha llevado por delante lo poco que quedaba de unido en la plataforma de izquierda. Su coordinador general,Mikel Arana,ha pedido dimisiones e investigación interna de los hechos, y ya antes del escándalo anunció una reafiliación general que en la práctica da por muerta la base social de la coalición.

Álava queda así con otro Gobierno en minoría y el partido bisagra desautorizando desde su órgano ejecutivo a sus representantes en las juntas. Esa situación de minoría es la seña de identidad de las instituciones vascas. Al final, ha habido sillas para todos, pero nadie dispone de capacidad para sacar adelante sus propuestas en solitario. En este extraño estado de cosas, empiezan a surgir hasta hace poco tiempo impensables posibilidades de conjunción de estrategias. Los mensajes sobre política fiscal que el diputado general guipuzcoano de Bildu,Martin Garitano, ha acompasado a los planteamientos que el lendakariPatxi Lópezha dejado ver abren una vía de encuentro en el futuro. Ambos incluyen una reforma del modelo fiscal con líneas maestras similares, y en ambos lados ha habido voces que han considerado que este punto de encuentro debe sustanciarse.

Juega en su contra el factor tiempo. La izquierda independentista radical no desea sustanciar en un acuerdo fiscal con el PSE los puntos de coincidencia en tanto no esté representada en el Parlamento vasco. Su objetivo es restar el poder foral en materia fiscal y afianzar un modelo centralizado a través del Parlamento como foro legislativo. Este naturaliza la capacidad normativa en las juntas generales de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava y la armoniza a través del Órgano de Coordinación Tributaria que las tres comparten con el Gobierno vasco.

En la práctica, esta estrategia implica no acometer el debate fiscal hasta dentro de dos años, cuando las elecciones autonómicas vascas puedan abrir la puerta del Parlamento de Vitoria a Bildu, Sortu o cualquiera de las formas que el independentismo pueda adquirir. En eso discrepa con las necesidades del lendakari, que tiene una segunda mitad de legislatura incierta, aunque apoyado por el PP vasco, al menos mientras no haya un relevo en la Moncloa que podría alimentar las voces que animan al socialismo a buscar aliados ideológicamente menos encontrados.

Finalmente, el PNV digiere la pérdida de Álava entre el agravio y la preocupación. Su poder foral se ha limitado a Vizcaya y corre el riesgo de asistir a alianzas de conveniencia contra sus intereses mientras sufre en primera persona el goteo de desencanto electoral a favor de una derecha más populista y una izquierda más reactiva. Su confianza se deposita en que se deshinche el efecto Bildu cuando sus planteamientos más absolutos choquen con las limitaciones reales de la gestión. La actividad institucional de la izquierda aberzale acabará haciéndole copartícipe de su propia cuota de desencanto.

Periodista.