El epílogo

El esprint de Rubalcaba

ENRIC HERNÀNDEZ

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Anda el patio madrileño revuelto porque el fin de semana el aún vicepresidenteAlfredo Pérez Rubalcabaempezó a hacerse oír como el candidato a la Moncloa que será, formalmente, cuando el comité federal del PSOE lo proclame como tal, el próximo sábado.

Protagonizó el (pre)candidato sendas intervenciones mitineras que han dado que hablar. En la primera, el sábado, apuntó que en la crisis del ladrillo -causa de las penurias financieras que han secado el grifo del crédito- algo habrán tenido que ver los propios bancos, que concedían hipotecas por importes muy superiores al valor de tasación del inmueble. En su segunda actuación, esta dominical, todavía fue más contundente: «Sé lo que tenemos que hacer para crear empleo.»

ARubalcabale han llovido reproches no por faltar a la verdad

-con los banqueros- o por recurrir a la demagogia -con los parados-, sino por predicar una cosa como candidato socialista y otra como ministro del Gobierno socialista. De lo que se deduce que nada podrá proponer como presidenciable en tanto siga portando la cartera de vicepresidente. Siendo que todos los presidentes que optan a la reelección compaginan el cargo público con el cartel electoral, debe tratarse esta de una ley no escrita. Acaso la del embudo.

Pero, por arbitrarios que resulten tales ataques, lo cierto es que la continuidad del candidatoRubalcaba en el Gobierno deZapatero, calcinado este por la crisis y embarcado en unas reformas económicas que contentan a los inversores pero irritan a los electores, supone un lastre insoportable. El otrora velocista afronta una carrera de relevos en la que el anterior relevista se ha quedado sin fuelle. Así que está obligado a remontar en tiempo récord la ventaja obtenida por un contrincante comoMariano Rajoy, que sin esfuerzo, casi al tran tran, se acerca a la meta.

La meta electoral

Tal como le sugieren sus allegados, hará bien Rubalcaba en bajarse del coche oficial y volcarse en ese titánico esprint. Y si convence aZapatero para que fije las elecciones en otoño, y no en marzo, más fácil será que llegue con cierto resuello a la meta.