La rueda

Comer y beber en catalán

ROSA CULLELL

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Llego a Madrid y, ya con el primer café, el camarero me pregunta el origen. Habrá sido mi esmerado «buenos días». Las vocales demasiado abiertas: un catalán. Confirmada su sospecha, exclama: «¡Cómo andan en su tierra, eh!». No sé si se refiere a los vuelos en helicóptero delconseller Puig,al comportamiento de nuestros indignados o a la llamada al patriotismo gastronómico. «En todas partes cuecen habas», le contesto en un cruce de pensamiento político culinario. Pero el camarero se refiere a los llamados rasgos de identidad: «Yo pensaba que ustedes, con suseny, se indignaban menos, que eran de pactos, de negociar… NiEsperanzala lía más gorda».

¿Hay una manera de manifestarse, vivir y comer ligada a la catalanidad?, me pregunto mientras ataco el tercer churro. Prometo no desayunar más churros que los de la capital, sin el excesivo azúcar que echan en Barcelona, mientras me despido del camarero, que es argentino. «Qué rica la carne de su país», le suelto ante su cara estupefacta. «Yo soy vegetariano», exclama absolutamente ajeno a la importancia del origen de la ternera. Empiezo mi lista de comidas preferidas: el lechazo de Segovia; el tinto del Priorat; el blanco de Ribeiro; los percebes del norte… Una lista interminable, en la que aparecen también varios quesos franceses. Sale unpoti-potitan catalán como los indignados, que son bien nuestros por más que se empeñeCarod-Roviraen enviar a «su país» a los acampados que insultan o escriben pancartas en castellano.

La Generalitat ha pedido disculpas por el absurdo patriotismo gastronómico y tampoco optará, creo, por desterrar a nuestros jóvenes bilingües. Nada menos propio de este país de fabricantes ybotiguers, poblado por fenicios capaces de comprar y vender lo que se les ponga por delante y en el idioma que haga falta, que proponer el cerrojo comercial. ¿Desde cuándo necesitamos recomendarnobeber ono comer algo? Recomendemos nuestros productos alimenticios, que son excelentes, y probemos los de los demás. Catalunya, que acumula el 25% de las exportaciones españolas, lleva siglos haciéndolo.