Un creativo de izquierdas

El otro Quico Sabaté

Desde el campo de la publicidad fue el ideólogo de eslóganes e imágenes que aún perduran

Francina Cortés 14062011

Francina Cortés 14062011 / periodico

JORDI FONT

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Hay gente decisiva y que no consta en ninguna parte. Lo suyo es la trastienda y evitan el escaparate. No les apetece mostrarse: tienen exceso de pudor. Quizá se trata de un exacerbado sentido del ridículo. O de los efectos inhibidores de algún principio, seguramente cristiano. O de una emotividad desbordante que les lleva a esquivar estímulos excesivos. O de un reflejo destinado a preservar la salud mental. O, aun, de una fiebre inventiva, de un activismo ansioso, que les absorbe por completo sin dejarles tiempo ni ganas para estrategias de acomodación, tan aburridas y a menudo tan zafias.

No sé qué combinación entre estos ingredientes hizo deQuico Sabaté i Caballeriael hombre que fue. «Quita, hombre, quita», me dijo un día, riéndose, al atreverme a incluirlo en una mesa representativa. No se veía «haciendo el papel», lo que le privó de cosas que se merecía, pero lo liberó de «hacer el papelón» que tantos han acabado interpretando.

Era un hombre de asociaciones chispeantes de ideas. Hurgaba obsesivamente en las interrelaciones semánticas hasta hacer auténticos descubrimientos comunicativos. ConAlexandre Cirici Pellicer yMiguel Povedaconstituyó la empresa Espira, que estuvo en el origen de tantas cosas, desde elMés que un clubhasta la máscara en defensa de la libertad de expresión, por poner dos ejemplos famosos.

También conCiricifue motor y alma del Grup d'Independents pel Socialisme (GIS), que confluiría en junio de 1976 con Convergència Socialista de Catalunya y otras formaciones en el famosomitin de la Llibertat, en el Palau Blaugrana. La innovadora estética de ese mitin y del partido que saldría de él, como de los primeros tiempos del actual PSC, fue cosa suya.

En este contexto se inició su estrecha relación conJoan Manuel SerratyRaimon Obiols. La vorágine imaginativa deQuicoalimentaría a menudo la creatividad artística de uno y la creatividad política del otro. CuandoSerratvolvió del exilio, estaba amenazado por los pelotones de ultraderecha que entonces campaban a su aire. Por eso recaló una buena temporada en casa deQuicoyÁngelesdebidamente camuflado. Pasé allí más de una velada, y los recuerdo divertidos y ocurrentes, prodigiosamente entretenidos, sin ninguna noción del tiempo. Forjaron una amistad definitiva, un nexo sin paliativos que, de paso, permitiría aQuicoabandonar la publicidad.

La empresa cerró. La publicidad se le había atragantado, tal vez porque le parecía demasiado engatusadora o porque no quería promocionar cosas en las que no acababa de creer. «No quiero ser un cabrón», decía. Sus opciones ideológicas se volvían opciones de vida, con una radicalidad poco usual. Optó por un nivel de vida modesto, mientras se disponía a servir gratis a las causas en las que creía. No le disgustaba en absoluto que su nombre y apellido coincidieran con los del famoso maquis anarquista. Tenía la mirada socarrona de quien adivina todos los trucos, sin que esto le robara la capacidad de compromiso ético y político. Le gustaba visitar la calle, observarla, disfrutarla: la señora atareada, el vendedor de periódicos, la abuela de los gatos, el chaval de la panadería, la chica de la bicicleta... Los conocía, los saludaba. Los miraba con ternura, satisfecho con el impagable espectáculo de la vida. Siempre conservó la esperanza en «la buena gente».

Raimon Obiols era, para él, el político noble, de cabeza clara, a contrapelo de la política espectáculo, adusto con los cobardes y los pelotas, amigo de los que no llevaban defensas ni coturnos. Y, paraObiols,Quicoera un soplo de aire fresco, una mirada auténtica e inteligente sobre las cosas, nada elaborada intelectualmente, lejos de toda ortodoxia ideológica, franca y cercana a la gente. Y era un torbellino de ideas sugerentes, de inventos enloquecidos, de imágenes rutilantes. Eran amigos. Muy diferentes, tenían una sintonía profunda que los hacía complementarios. Cuando llegabaQuico,Obiolsabandonaba lo que tenía entre manos y se dejaba llevar por el mundo en erupción queQuicocreaba. De allí salieron tantas cosas... Y se hicieron amigos deJoan Brossa. A través de él conocieron al sastre mago del Clot, a quienObiolsencargó su ropa de candidato mientras hacían juegos de manos (para desesperación de los responsables de la inminente campaña, que se habían comprometido con un gran nombre de la sastrería de moda).

Meses atrás, los periódicos nos ofrecían una foto de una reunión mundial de dirigentes de izquierda (ni todos lo eran ni estaban todos), presididos por una imagen cargada de fuerza que rezabaProgreso global: era una de tantas creaciones deQuicoparaObiols, años atrás, cuanto este presidía el comité Mediterráneo de la Internacional Socialista. Todavía subsistía. Es más, parecía nueva por completo. Era un homenaje involuntario, casual, global, aQuico Sabaté, al creador anónimo, al voluntario desconocido, al hombre bueno y generoso, que abandonó su profesión y optó por vivir modestamente, en paz consigo mismo. Licenciado en Geografía e Historia.