Matrimonios a la fuerza

La estremecedora vivencia de la joven marroquí de 16 años casada a la fuerza con un adulto de su misma nacionalidad (y además, primo) residente en L'Hospitalet no es, desgraciadamente, un caso aislado en nuestro entorno. Aunque parezca algo propio de siglos atrás o de sociedades muy atrasadas, los Mossos calculan que en Catalunya se consuman anualmente unos 300 enlaces de este tipo, de los que solo una muy pequeña parte, el 5%, afloran al atreverse la víctima a dar el paso de denunciar al marido propietario. Una decisión especialmente valiente, ya que el Código Penal no incluye como delito forzar a alguien al matrimonio a menos que además haya malos tratos o agresión sexual.

El drama de la joven de L'Hospi-talet ha sido resuelto favorablemente gracias a la exprofesora italiana de la víctima que desde Milán alertó a los Mossos. Su actitud cívica y responsable debería cundir, porque las víctimas de un matrimonio forzoso añaden a su calvario el de no poder recurrir a los familiares directos porque son precisamente quienes las han arrojado a la ignominia. El hecho de que la legislación española permita el matrimonio a los 14 años no ayuda, pese a las cautelas con que deben actuar los jueces, a descubrir y en su caso vetar las bodas forzadas, aunque en la mayor parte de casos estas se dan en el país de origen de los contrayentes.

Este sometimiento medieval de una mujer es una lacra intolerable que debe ser perseguida por los poderes públicos, la Generalitat en el caso de Catalunya. Para que una sociedad que presume de moderna no deba avergonzarse.