El turno

Japón, Libia y las Naciones Unidas

MARTÍ GIRONELL

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En estos días los japoneses nos han enseñado el valor de sacrificar al individuo por el bien del grupo. Los trabajadores de Fukushima están dando la vida por sus conciudadanos. Han contenido sus emociones negativas solo por una razón: el respeto por el otro, para no ofender a quienes les rodean. Hay que tener una fortaleza interior encomiable y desde esta parte de mundo, incomprensible, pero ojalá supiésemos actuar así. En estos momentos, tener la capacidad de interiorizar las emociones y el dolor para no perturbar ni aumentar el dolor del otro es una heroicidad. Este respeto al prójimo repercute en el buen funcionamiento del grupo, en el bien común. Será también gracias a esta forma de hacer frente a las adversidades y, sobre todo, a la vida en general como los japoneses van a superar esta situación tan crítica.

La irrupción de la tragedia japonesa no solo ha desplazado el eje de la Tierra, sino que ha desplazado también a Libia del centro de atención mundial. Ya podrían aprender los miembros de las Naciones Unidas y los Sarkozy, Cameron, Merkel y Clinton de turno de la filosofía japonesa. Estoy seguro de que si se la aplicaran nos iría mucho mejor a todos. Ya sé que las relaciones internacionales son muy delicadas, pero el riesgo que corre la población amenazada lo es más todavía. La lentitud en reaccionar de la comunidad internacional, a veces parece que expresamente tarde y mal, añadida a su pesada maquinaria, crea situaciones todavía más adversas para la población. No entiendo de qué sirven las resoluciones de la ONU, si no se cumplen. Y, además, ¿pretendían que el coronel entendiera el mensaje? Únicamente entiende un lenguaje, el de la violencia.

Apliquen la sabia máxima oriental y sacrifiquen al individuo -hoy Gadafi, mañana otro dictador- y esto hará que se beneficie todo el grupo -hoy el pueblo libio, mañana otro país-. No pongan parches y piensen en los intereses grupales y no solo individuales.