El debate tras el fracaso electoral

¿Adónde va el socialismo catalán?

El PSC se dirige a un electorado que en gran parte ya no existe, el de la inmigración de los años 50 y 60

¿Adónde va el socialismo catalán?_MEDIA_1

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ANTONI SEGURA

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En las últimas semanas, diferentes dirigentes socialistas han reflexionado sobre el descalabro del 28-N y el futuro del socialismo catalán, posponiendo, sin embargo, el debate para después de las elecciones municipales. Un error, porque en mayo el PSC puede sufrir un nuevo derrumbe dado que las razones de fondo no parecen abordarse. Se ha hecho hincapié en recuperar la transversalidad del partido y el tradicional electorado socialista, en los efectos de la crisis, en el federalismo como forma de encaje de Catalunya en España, en la necesidad de construir una alternativa progresista y en mantener los vínculos con el PSOE. Desde fuera, añadiré dos reflexiones que apenas se han apuntado.

En primer lugar, es cierto que la crisis económica castiga electoralmente a los gobiernos de centroizquierda en toda Europa. El problema es que la socialdemocracia no tiene discurso para hacer frente de forma eficaz a la crisis. En el caso de España, el Gobierno socialista, apremiado por losmercadosy con el apoyo del PSC, está sacando adelante una reforma que, posiblemente, conseguirá reducir el déficit y la deuda a expensas del sacrificio de los más débiles y de las clases medias, pero sin tocar los beneficios de las grandes empresas, ni de las entidades financieras responsables de la crisis . En suma, el Gobierno socialista hace el trabajo sucio y allana el camino de la alternancia política desmovilizando a su electorado. Pero de la socialdemocracia se esperaba algo más que las políticas neoliberales.Es urgente construir un discurso que permita afrontar la crisis con garantías, eficacia y solidaridad.

En segundo lugar, el 28-N es un descalabro para un partido que después de siete años de gobierno recoge los peores resultados de su historia. El escenario social y político en Catalunya ha dado un giro sustancial en los últimos años como consecuencia del trato dado al Estatut del 2006 y de la percepción (nada identitaria) de que el Estado español no es el instrumento adecuado para solucionar los problemas y satisfacer las aspiraciones de los ciudadanos de Catalunya en materia de infraestructuras, de políticas sociales, de inversiones o de lengua y cultura. Es más, la percepción es justamente la contraria: la de un Estado que menosprecia los intereses de los ciudadanos de Catalunya a la vez que los somete a un expolio fiscal creciente. La realidad puede ser otra, pero la percepción en Catalunya es tal como acaba de describirse.

Y esto es lo que reflejan los resultados del 28-N. En efecto, si comparamos los resultados del PSC en las 20 comarcas donde obtuvo el 25% o más de los votos el 2003 (representan el 88% del censo electoral), con los del 2010, observamos que la media de votos obtenidos ha caído del 30% al 18%. La menor participación (62% y 60%, respectivamente) -pero mejor que el 56% del 2006- no explica un descenso de 12 puntos, puesto que, como mucho, supondría un 4%. Tampoco puede hablarse de un trasvase de votos a los otros socios del Govern puesto que en estas mismas comarcas ERC cae del 17% al 8% e ICV se mantiene en torno al 6%. Tampoco puede hablarse de un trasvase de votos al PP, que solo sube 9 décimas, y, todavía menos a Ciutadans, que no llega al 3% con un incremento de 6 décimas respecto, en este caso, al 2006. Solo CiU sube notablemente al pasar del 34% al 41% de los votos. Está claro que la federación recoge votos de ERC, que también sangra por SCI y Reagrupament (en conjunto casi un 5%), pero, fundamentalmente, los votos proceden de antiguos votantes socialistas. Y el problema para el PSC es que las fugas más importantes se dan en el antiguo granero socialista (del PSOE): Baix Llobregat, del 41% al 23% (CiU del 23% al 32%); Vallès Occidental, 36% y 19% (28% y 37%); Barcelonès, 34% y 20% (26% y 34%); Baix Penedès, 34% y 21% (33% y 37%); Tarragonès, 31% y 19% (30% y 36%). Igual pasa en comarcas donde CiU ya había sido la más votada en el 2003, pero donde el PSC obtenía el 25% o más de los votos: Garraf, 33% y 20% (30% y 37%); Vallès Oriental, 31% y 17% (33% y 40%); Anoia, 29% y 17% (36% y 43%); Maresme, 27% y 15% (35% y 43%); Segrià, 26% y 16% (37% y 44%); Bages, 26% y 15% (39% y 46%); Gironès, 25% y 14% (34% y 43%).

En conclusión, el problema no ha sido la incapacidad del PSC para movilizar a su electorado (en el Baix Llobregat y en el Vallès Occidental, por ejemplo, la participación ha caído menos que la media catalana); el problema es que las famosas dos almas del PSC no responden a la realidad y antiguos votantes socialistas han optado por un catalanismo formalmente más osado convencidos de que no hay federalismo sin federalistas (y en España este es por lo tanto un camino sin salida). El PSC, en definitiva, se dirige a un electorado que en gran parte ya no existe, el de la inmigración de los años 50 y 60, olvidando que el grueso de votantes son sus hijos o nietos que ya no se sienten inmigrantes y que, en consecuencia, ya no tienen los vínculos sentimentales e ideológicos de sus padres y abuelos. Catedrático de Historia Contemporánea (UB).