Dos miradas

Cenizas que sufren

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Como decía el gran Bill Shankly, el fútbol es una cuestión cuya importancia va más allá de las disquisiciones sobre la vida y la muerte. El mítico mánager del Liverpool se hizo famoso por comentarios como este, muy emotivos pero casi siempre exagerados. Pero entonces, hace más de 40 años, no podía imaginar que los campos de fútbol se convertirían en cementerios. Tampoco lo podía prever el francés Philippe Ariès, que escribió un estudio delicioso sobre los decesos y la cultura, Historia de la muerte en Occidente. En él explica cómo las civilizaciones han vivido la muerte, cómo han sido afrontados los momentos finales y los entierros y cómo hemos construido ceremonias y adioses.

El Espanyol acaba de inaugurar su particular espacio mortuorio con un acto en torno a la figura de Dani Jarque, la defunción más reciente y más sentida. No hace mucho, el Atlético de Madrid hizo lo mismo, y dentro de pocos meses el Betis también tendrá uno. Columbarios incrustados en los estadios, cerca del césped, donde reposarán las cenizas de todos aquellos para quienes el fútbol era (y es, al parecer) un asunto que va más allá de la vida y la muerte. Es curioso que los primeros clubs que han incorporado la idea que comercializa una empresa de actividades mortuorias sean entidades que basan su ideario en un cierto sentido trágico de la existencia. El descanso eterno será también un eterno vínculo con el sufrimiento.