Dos miradas

Elogio de La Masia

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Puede que exista gente que no sepa qué es el Balón de Oro. O que no tenga ni idea de lo que significa ser considerado el FIFA World Player. Puede, incluso, que alguien desconozca que, por primera vez, las dos distinciones serán una sola, que rendirá homenaje al mejor futbolista del 2010. E incluso puede existir quien no calcule la importancia que tiene, para el país, para el deporte, que este año ese galardón sea propiedad de un jugador del Barça. Más todavía: que lo ganará un deportista que se ha formado, desde jovencito, en las filas del mismo club en el que ahora juega, es decir, que ha vivido, ha digerido, ha respirado una filosofía de coraje y precisión. Si hay alguien que esté al margen de este triunfo clamoroso, ya me perdonará: soy incapaz de transmitirle mi emoción al escribir este artículo. Una emoción similar, o superior, a la de los triunfos inesperados, a la de las victorias que llamamos históricas, a la de los goles de bella factura.

Con el Balón de Oro se reconoce la virtud extrema de un club que ha construido en una casa solariega de 1702 una fuente de la que mana una agua renovadora y que genera felicidad extrema en quien la bebe y la ve. Hace más de 30 años que La Masia trabaja para conseguir un hito como este: ha criado a tres chicos que son ahora los mejores del mundo. Hace más de 30 años que La Masia trabaja para que el fútbol sea, ante todo, una determinada, gozosa forma de entender la vida.