El turno

La política, la suerte y las trampas

XAVIER Moret

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En política, como en cualquier otra actividad de la vida, siempre hay que tener en cuenta la suerte. Explican que cuando aNapoleónle hablaban de las virtudes y capacidades de un general, solía preguntar: «¿Tiene suerte?». Y es que la fortuna puede ser decisiva en un momento determinado. De tener suerte a no tenerla media un abismo, como bien saben algunos políticos experimentados.

Ahora que en Catalunya estamos inmersos en plena campaña electoral me acuerdo de que en Hong Kong la suerte siempre se tiene en cuenta, sea para jugar en los casinos de Macao, para apostar en las carreras de caballos o, sencillamente, para andar por la vida sin temor a desafortunados sobresaltos.

Claro que, también en esto de la suerte, surgen a menudo los trileros de turno, dispuestos a amañar el resultado. El caso de Birmania es el más evidente. En este país de fuerte tradición budista, sus dirigentes se han inventado en poco tiempo una nueva capital, Nay Pyi Twa, que sustituye a la antigua Rangún, y una nueva bandera. Parece el típico capricho de un dictador enloquecido, pero en el fondo tiene su base. Según los astrólogos budistas, todo tiene un inicio y un final, y la manera de burlarlo es provocando un renacimiento que, en este caso, resulta descaradamente forzado.

Cuentan que la nueva capital de Birmania es un lugar desolado, perdido en medio de la selva, en el que obligan a residir a los deprimidos funcionarios y diplomáticos. Y todo por un capricho de unos gobernantes que pretenden burlar el destino de una dictadura que hace años que no cuenta con el favor del pueblo. Para despistar, los dirigentes birmanos se inventan de vez en cuando la fantochada de unas elecciones pretendidamente democráticas, pero ellos saben que lo que cuenta de verdad es el destino. Por eso también procuran tener en sus palacios un elefante albino que los entronque con la tradición y la suerte de los antiguos emperadores.