Dos miradas

Mi Sagrada Família

JOSEP MARIA Fonalleras

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

De pequeño, pasaba temporadas cerca de la Sagrada Família. De hecho, creo que, desde el balcón de mis tíos, en la misma avenida, se veía una parte del templo. Pero el problema que tengo ahora mismo es que ni tan solo sé si tenía balcón, aquella casa. Lo que sí había era un ascensor, de los de reja y una puertecita, lo que me hacía una gracia enorme. Era como manipular un mecanismo extraño y complicado, y la sacudida del aparato cuando ascendía hacia el tercer piso era la misma que me imaginaba que debía hacer una nave espacial. No recuerdo si existía un balcón, pero seguro que había una habitación donde mi tío había guardado una mandolina que tocaba cuando llegábamos los sobrinos. Y también un televisor en blanco y negro que llevaba un filtro incorporado para producir la ilusión del color. Todo era mentira. Todo era una cuestión de reflejos irisados que a mí, por supuesto, entonces me parecía mágica. Ahora me produce una ternura difícil de definir.

Habíamos ido, a la Sagrada Família, y también al campo del Barça y, sobre todo, al Tibidabo. Y después volví, a una cripta oscura, donde hicimos la misa en recuerdo de mi tío, cuando murió, porque los amigos de Barcelona le pudieran despedir. No era un anticlerical visceral, pero nunca entraba en una iglesia. Era un republicano convencido. Y también un hombre que provenía de una familia cristiana devota. Eso es lo que sé de la Sagrada Família.