¿Dónde están los líderes?

Hace tiempo leí que mirar hacia atrás debe servirnos para entender el presente y encarar el futuro con garantías de no volver a repetir los errores cometidos. Pero parece que tenemos tanta nostalgia del pasado que no nos permite avanzar en ninguna dirección. Y eso pasa, según nos dicen, por falta de liderazgo. Una buena prueba la tenemos en jornadas económicas como las que organiza Esade en Sant Benet de Bages. Una nutrida representación de expolíticos, acostumbrados hace años a ejercer de líderes

-Jordi Pujol, Felipe González, Javier Solana, Enrique Iglesias-, hacen una disección de la realidad desde su atalaya privilegiada y dicen que no vamos bien y que debemos cambiar. Son quienes en su día ya tuvieron el poder para decidir, para hacer cambios -algunos, acertados; otros no tanto-. Y ahora dictan cómo debería recorrerse de nuevo el camino para salir de la crisis. Todo el mundo les escucha porque, es verdad, la experiencia es un grado.

Pero hay que mirar hacia adelante. Podemos estar de acuerdo con muchas de las cosas que explican, critican o sugieren, pero su discurso tiene un punto en común: lamentan que no haya liderazgo. Consideran que el que hay es débil y que no se encuentran personas preparadas, decididas, perseverantes, de espíritu incansable e insobornable, con una visión de guía, que trabajen con pasión, que sean humildes, íntegras y desprendan confianza, que tengan curiosidad creativa, audacia y solidaridad. Humildemente, les diría que sí existen y que algunas capacidades son innatas, pero que otras deben trabajarse. A mi entender, los líderes no nacen, se forjan a base de golpes, como el hierro; y, como todo, desgraciadamente, los líderes también se gastan. Los nuevos líderes, los que tienen que emerger con la lección aprendida pero también con el derecho a equivocarse -porque son personas, no superhombres o supermujeres-, difícilmente pueden ponerse al frente de nada si la sociedad que deben liderar sigue mirando al pasado.