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El destino de Gaia
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
Estos días ha estado en Barcelona el científico James Lovelock, que ha divulgado sus teorías terribles (pero muy realistas) sobre el futuro del planeta. Lovelock, que tiene 91 años, lleva más de media vida alertando sobre el calentamiento global, pero solo en la última década sus libros y conferencias han superado el círculo de los ecologistas y han llegado a más gente. En el 2007, por ejemplo, en los mismos días en que Mariano Rajoy y otros dirigentes del PP todavía cuestionaban el cambio climático, Lovelock publicó en España un libro tan extraordinario como devastador: La venganza de la tierra (Planeta). En sus páginas desarrolla la Teoría de Gaia, una hipótesis revolucionaria que no todos los científicos «compran» (como se dice ahora): la Tierra -o Gaia, como la llama él- es un ente vivo y se autoregula. Por esta razón, cuando la humanidad la maltrata, Gaia utiliza sus recursos naturales para restablecer el orden físico y químico y garantizar la supervivencia de los ecosistemas que la integran. Así fue hace millones de años y así volverá a ser si no reaccionamos a tiempo.
Los detractores de Lovelock desconfían de sus ideas. Les parecen un cruce de las fantasías por el estilo de Avatar y el hippismo de Gaia. Otros apelan a su avanzada edad para caricaturizar a un nostradamus loco que se divierte con su mensaje catastrofista. Sin embargo, como todo investigador con una misión, Lovelock sobrevuela a sus detractores y se preocupa tan solo de hacernos reaccionar a través de sus predicciones. En su reciente visita, el panorama que ha dibujado para la Tierra está al borde de lo irreversible. El titular de la entrevista en estas páginas hablaba por sí solo: «La vida sobrevivirá al cambio climático; la humanidad, no sé». Lovelock cree que ya es demasiado tarde para detener el calentamiento; lo máximo que se puede hacer es frenarlo. Si hace falta, dice, habrá que recurrir a la energía nuclear como solución. Todo hace pensar, pues, que se acerca el día en que los ecologistas deberán revisar sus convicciones de hace 40 años -«Nuclear no, gracias», decían los adhesivos que pegaban en su Dos Caballos- y decidir si se alinean con los burócratas o prefieren ayudar a esta cosa llamada Gaia. La vida da muchas vueltas, igual que la Tierra.
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