dos miradas
Apuesto mi vida
Esta vez sí, piensa hipnotizada por el vaivén de las olas. Dicen que los dos países andan peleándose. Las patrullas marroquís hacen la vista gorda y no atienden a los avisos de la Guardia Civil. Dicen que ayer llegaron dos pateras a la costa española. Mañana la alcanzaremos nosotros.
Y sigue con la mirada atada al mar. Se siente afortunada al saberse un arma de negociación. Mercancía incómoda, hostil. Carnaza que nadie quiere. Una casilla más de presión en el conflictivo tablero de juego entre España y Marruecos.
Yo lo conseguiré y también mi niño, sigue diciéndose a sí misma. Pero que sea pronto. Dicen que los policías han desmantelado varios campamentos, que abandonan a la gente en medio del desierto. Dicen que les golpean y los dejan a merced de los bandidos. Yo no quiero más arena seca.
Tampoco quiere ese mar al que no deja de escudriñar. Sabe que su transparencia es un engaño, un espejismo. Por la noche, cuando inicie la travesía, el azul se teñirá de negro. Negro ciego. Negro sordo. Negro hambriento. Pero ella cerrará los ojos y rezará. Le pedirá a su dios que les conduzca a esa tierra que parece tan cercana. Que les dé un lugar, que les dé una vida. Y que la libre del miedo, esa garra que la asfixia desde que abandonó la nada que poseía. Vale la pena apostar. Allí encontrará trabajo y su hijo irá al colegio y tendrán un futuro. Al menos, eso le han dicho.
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