El epílogo
En defensa de los alcaldes
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT Sáez
Los alcaldes de Calafell y El Vendrell se quedaron solos ayer con su propuesta de tolerar la actividad de los manteros siempre que se alejen de las zonas comerciales. Posiblemente es una decisión que tiene una base legal poco sólida. Y posiblemente se debe más a la impotencia de las autoridades municipales para erradicar la venta ambulante ilegal que a un criterio coherente. Y, también posiblemente, responde más al deseo de quedar bien con todos a pocos meses de las elecciones que a una solución eficaz al problema. Pero, como solía decir elpresidentMaragall,los alcaldes son quienes afrontan en primera línea los nuevos desafíos de la sociedad.
Los manteros sería el último fenomeno de una lista que solo en los últimos meses incluye realidades tan dispares como el empadronamiento de los inmigrantes sin papeles, el control de los líderes religiosos fundamentalistas, la regulación del uso del burka en los espacios públicos, la atención a las familias con todos los miembros en paro y, si me apuran, la violencia doméstica. En todos estos casos los alcaldes se han encontrado con estallidos sociales a los que se han visto obligados a responder sin que la legislación general les diera amparo y, en muchos casos, contra la opinión políticamente correcta de sus correligionarios, de los líderes de sus partidos y de los opinadores oficiales y oficiosos.
Solución compleja
La realidad de los manteros no tiene fácil solución. Enviar cada día a la policía municipal a detenerlos sirve de poco. En muchos casos, simplemente los ahuyenta durante unos minutos. Detenerlos y denunciarlos en muchos casos tampoco arregla las cosas. El pobre inmigrante sin papeles que vende con el fardo es el último eslabón de una compleja cadena de delincuentes que en la cúpula esconde a muchos ladrones de cuello blanco que jamás pringarán porque la partida de bolsos que se vendía ayer en el paseo de Calafell la robaron hace 10 días en la aduana de Marsella, de Nápoles o de Barcelona. Los alcaldes no han acertado con la solución, pero no les podemos negar el problema. Algo hay que hacer . Y al menos ellos lo han intentado.
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