Gente corriente
Luis Miguel García: «No solo llevamos gente en el tren, llevamos historias»
Maquinista de Renfe. 25 años conduciendo trenes dan para muchas historias, algunas divertidas y otras trágicas.
Gemma Tramullas
Periodista
GEMMA TRAMULLAS
Cada mes engulle una media de 6.000 kilómetros de travesaños a los mandos de una máquina que pesa hasta 590 toneladas y que tiene capacidad para 700 pasajeros. Un accidente como el de Castelldefels, en el que 12 personas fueron arrolladas por un tren, es la peor pesadilla del gremio de maquinistas.
–Acabo de ver a un tipo cruzando a toda pastilla las vías en la estación de paseo de Gràcia. Se me pone la piel de gallina. Debe de ser el efecto de la tragedia de Castelldefels.
–Eso ocurre cada día. La zona de playas de Segur de Calafell es una rambla en verano. La gente no es consciente de que el tren va a 160 kilómetros por hora. Pero eso no es lo peor.
–¿Qué es?
–Los niveles de inconsciencia son increíbles. Entre Sitges y Vilanova hay varias calas y la única forma de pasar de una a otra es por la vía, que en muchos tramos va por dentro del túnel. Ahí, si viene el tren, la única escapatoria es meterte en la otra vía. Aun así, siempre hay gente andando por el túnel y ya entras pitando.
–¿No somos más cautos?
–Ojalá, pero no me lo parece. El otro día le toqué el silbato a un tipo que cruzó corriendo por la pasarela de madera de Caldes. Como se molestó, le invité a subir a la cabina: «Siéntese en mi puesto y verá», le dije.
–¿Y qué vio?
–Que el maquinista pierde cinco o seis metros de visión. Si alguien cruza de golpe, no lo vemos.
–¿Y por dónde va a cruzar si no hay paso subterráneo?
–Yo solo digo que no cruce corriendo. Si yo veo a alguien que corre desde el otro andén para coger el tren, le espero. Yo, y todos.
–¿Seguro?
–¿Cómo no vas a esperar cuando ves gente cargada con carritos de niño y bultos? Hace poco estaba detenido en Granollers y vi a una señora con el carrito de la compra por el otro andén. Con gestos, le dije que no corriera. La esperé y salimos con 3 o 4 minutos de retraso, que es un tiempo que luego se recupera.
–Estaría agradecida la señora.
–Cuando se bajó en Figueres, pasó por la cabina y me dio una nota: «Gracias maquinista, por este gesto de humanidad». Todavía guardo la nota en casa.
–Lo de Castelldefels es lo peor que le puede ocurrir a un maquinista.
–Compartimos el dolor de las familias de las víctimas y para nosotros el maquinista es una víctima más.
–¿A usted le ha ocurrido algo así?
–Yo llevo 25 años en esta empresa y he tenido siete atropellos, seis de ellos mortales.
–Madre mía.
–Es algo que no suele trascender; no sé si es bueno o malo.
–¿Y cómo se lleva algo así?
–Puede que suene un poco macabro desde fuera, pero hay una diferencia entre un accidente y un suicidio. Lo pasas mal igual, estás días dándole vueltas en la cabeza a esas imágenes, pero en un suicidio la persona no quiere hacer nada para salvarse.
–¿Siempre se puede distinguir un accidente de un suicidio?
–Te das cuenta enseguida. Lo mío han sido todo suicidios. Cuando los ves en la vía, te da un vuelco el corazón, pero no se puede hacer nada.
–¿Piensa en eso al subir al tren?
–No, nunca. Si lo hiciera me quedaría en casa. Pero, oiga, todo esto es muy trágico y mi trabajo es apasionante y divertido.
–Tiene razón, disculpe. ¿No se aburren tantas horas conduciendo?
–Cuando entras en la cabina te olvidas de todo: de la hipoteca, de la familia y de la comida del perro; hay que estar por lo que estás. Pero cuando llegas a las estaciones hablas con los compañeros, con el interventor e incluso con los pasajeros. En la línea de Figueres-Girona, nos saludamos y preguntamos por la familia con los pasajeros habituales. En esta línea se han llegado a hacer campeonatos de butifarra en el tren.
–¿Butifarra?
–Es un juego de cartas.
–Qué curioso.
–Es que no solo llevamos gente en el tren, llevamos historias: padres que van a ver a sus hijos, nietos que van a ver a sus abuelos...
–¿Cuál es la frase que más tiene que escuchar a lo largo del día?
–Está la típica señora que no falla. «¿Este tren para en todas?», pregunta. «¿Es que se va a bajar en todas, señora? –le contesto–. A ver, ¿usted a dónde va? ¿A Granollers? Pues ahí sí que paro». Otra frase habitual es: «¿Pasa por Mollet?». «Pues sí señor, pero a 140 kilómetros por hora».
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