El sueño de Ferran Agulló

Miquel Fañanàs

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Dicen que el poeta y periodista Ferran Agulló tuvo la idea de bautizar como Costa Brava el litoral gerundense mientras contemplaba con unos amigos el idílico paisaje que podía divisar desde la ermita de Sant Elm, en Sant Feliu de Guíxols.

Lo cierto es que en los días 12 y 14 de septiembre de 1908, firmando con el pseudónimo Pol, publicó unos artículos enLa Veu de Catalunyaen los que por vez primera se daba carta de naturaleza a una denominación geográfica hoy conocida en todo el mundo. Aun cuando Josep Pla atribuye la idea original a Bonaventura Sabaté cuando este usó esta descripción en el transcurso de una comida en el Paradís de Begur a la que asistía Agulló, o que el novelista Alejo Carpentier también la utilizara en un episodio de su novelaEl siglo de las luces, está comúnmente aceptado que la paternidad de la denominación Costa Brava se debe al sueño del periodista y político Ferran Agulló.

¿Se parecen hoy en algo los parajes que encandilaron al poeta Agulló desde su atalaya de Sant Elm? El arquitecto Benet Cervera recordaba en su intervención en el Debat Costa Brava celebrado en Girona en 1976 que en los años treinta"había la convicción y la necesidad de considerar la arquitectura como paisaje y el paisaje como la arquitectura"aunque a renglón seguido constataba que los espacios arquitectónico y urbano"se han sacrificado constantemente a criterios radicales de rentabilidad del suelo".

En el año 1935 la Generalitat creó el Patronat Costa Brava como una comisión encargada de velar por las bellezas naturales y arquitectónicas de la Costa Brava. Hoy el Patronat aún existe pero sus fines son más proclives a la promoción turística que a la preservación paisajística."Somos una especie de lobi",afirma su gerente, Francesc Sánchez.

Por su parte, Martí Sabrià, de la Asociación Costa Brava Centre, reconoce que las construcciones han alterado parte del paisaje pero que de vivir Ferran Agulló, este seguramente se mostraría relativamente satisfecho"aunque lógicamente lamentaría los excesos cometidos".

Lo cierto es que los años transcurridos han puesto a prueba una costa golosa para los especuladores pero que aún tiene su encanto más allá de algunos desastres urbanísticos que difícilmente podrían hacer repetir a Ferran Agulló aquello de "Oh, la nostra costa brava sense parella al món!". Por desgracia, este litoral de pinares y roca, pero también de moles urbanas y urbanizaciones sin fin ya tiene parangón en otras latitudes. Son las consecuencias de la globalización del ocio.