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Lynch: el pirata que deconstruye la magia

La sala Comediarte presenta su espectáculo 'Ilusionismo in your face'

lynch apertura

lynch apertura / COMEDIARTE

Eduardo de Vicente

Eduardo de Vicente

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Las escuelas teatrales juegan un papel muy importante en la formación de los profesionales contribuyendo a que nazcan nuevas generaciones dedicadas a este arte. Una de ellas es Comediarte, dirigida por Luciano Ruiz que, además, tiene la particularidad de que regenta dos pequeños teatros (en la calle Llull, 11 y en Ausiàs Marc, 143) en los que podemos ver tanto a artistas consagrados o emergentes como a los alumnos que, al finalizar el curso, se incorporan a la compañía, totalmente independiente y que nunca ha dependido de subvenciones. En su programación podemos encontrar múltiples espectáculos familiares, para adultos, música y magia. Y, precisamente hoy, podemos descubrir a un ilusionista muy singular con apellido cinéfilo, el mago Lynch.

Entrada a la sala de Ausiàs Marc de Comediarte.

Entrada a la sala de Ausiàs Marc de Comediarte. / EPC

Es un artista multidisciplinar peruano que también trabaja como actor en otros montajes con el nombre de Allen Camero y domina igualmente la papiroflexia, las artes marciales y los malabares habiendo obtenido múltiples premios por sus habilidades como mago y siendo semifinalista del programa Got Talent en su cuarta temporada. Su espectáculo se titula Ilusionismo in your face y tiene un poco de todo: magia de cerca, mentalismo, algo de tutorial, lecciones de historia, matemáticas o filosofía y, sobre todo, mucho humor y sorpresas constantes.

Ilusiones ópticas y cartomagia

El propio Lynch nos recibe en la pequeña sala (para poco más de 20 personas) y él mismo nos distribuye en función de los grupos. Para empezar asegura que la magia no existe y, para ello, recurre a la definición del diccionario. Asegura que lo que veremos serán ilusiones ópticas que consiguen engañar a la vista… y a otros sentidos. Nos cuenta que lo que le gusta es editar la realidad con efectos especiales en vivo donde el elemento principal es el espectador. Lo divide en dos tipos: el que quiere creer todo lo que ve y se deja llevar por la fantasía y el que es más crítico y busca una forma científica de descubrir los secretos de los juegos y explica que él no discrimina a los segundos.

El mago Lynch, durante un momento del espectáculo.

El burlón mago Lynch, durante un momento del espectáculo. / EPC

Empieza el show con las cartas, adivinando una tras otra las que van escogiendo libremente los espectadores hasta llegar al punto en que un voluntario elige un grupo de naipes y los va acertando sin cesar, para acabar con el que un miembro del público ha depositado en su silla y se ha sentado sobre él. En este punto hay que advertir que, debido al reducido aforo, prácticamente todo el público colaborará en un momento u otro, casi siempre desde su misma butaca y el clima que crea provoca que a nadie le de vergüenza y todos queramos formar parte del espectáculo.

Mentalismo e historia

A continuación habla del mentalismo y nos confiesa que nadie lee las mentes, todo son ilusiones o sugestiones creadas por el artista. Está deconstruyendo su trabajo y nos reta a que descubramos cuánto suele pesar una carta. En base a ello calcula cuántas cartas ha escogido de la baraja uno de los asistentes y nuestra cara de asombro es cada vez mayor. Le siguen tres juegos, cada vez más complejos, en los que volverá a adivinar la carta exacta seleccionada por el espectador después de cortar, barajar y vuelta a empezar. Igualmente lo hace con una sola mano en homenaje a René Lavand, un cartomago argentino cuya particularidad es que era… manco.

Nos presenta el que califica como su número favorito para el cual nos transporta al Antiguo Egipto (la magia es un vehículo para contar historias, dice) cuando se inventó el primer truco de la historia. Su creador fue el mago Dedi, al servicio del faraón Keops, alrededor del 2.600 antes de Cristo. Para ello nos recuerda el clásico juego de los trileros, con los tres cubiletes donde hay que adivinar en cuál de ellos se encuentra la bolita pero en versión cartomagia. Para ello utiliza tres figuras como los reyes, dos de ellos de palos negros y uno rojo. Los maneja con tanta soltura que nos deja con la boca abierta hasta llegar a un desenlace inesperado.

El mago juega con unas gomas elásticas que une y separa a voluntad.

El mago juega con unas gomas elásticas que une y separa a voluntad. / EPC

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Aros chinos y tecnomagia

Pasamos al juego de los aros chinos, aquellos que se unen y se separan sin que haya abertura alguna por la que se puedan unir, pero utiliza unos pequeños anillos, aquí no hay instrumentos aparatosos. Una cuerda o unas gomas elásticas también tendrán su función, pero cuando más nos alucina es cuando pasa rápidamente los anillos de un dedo a otro. Entramos ahora en la tecnomagia, la última especialidad en incorporarse al catálogo y, con la ayuda del teléfono móvil de una de las personas en la sala, nos vuelve a intrigar descubriendo el número que aparece tras varias operaciones aleatorias mientras nos explica secretos matemáticos.

Pasa un anillo de un dedo a otro con gran rapidez.

Pasa un anillo de un dedo a otro con gran rapidez. / EPC

Seguirá utilizando este artilugio para hacer una predicción imposible que colgó hace un tiempo en Instagram y, si sale bien, adivinará las cartas que aparecerán en la mesa tras ser sometidas a múltiples mezclas. Se pone algo filosófico cuando nos habla de los falsos dilemas (tener que escoger entre dos opciones) cuando siempre hay muchas más y acepta el reto de averiguar cuál es la carta que se esconde boca abajo en una caja metálica. El final es apoteósico con el número con el que triunfó en el programa televisivo. Dispone a dos personas a ambos lados y a distancia y les hace cerrar los ojos. Toca con sus manos a una, pero la que lo nota es la otra hasta llegar a un último efecto inimaginable que arranca la admiración y los aplausos.

El pirata del ilusionismo

Salimos de la sala con la emoción de habernos sentido unos privilegiados al vivir una experiencia insólita e íntima en la que el mago ha jugado con nosotros como ha querido y nos ha hecho exclamar ooohs! continuamente. Al final, nadie intenta averiguar cómo lo ha hecho, lo aceptamos y punto y sabemos que cada nuevo juego será aún más difícil lograrlo, hemos tirado la toalla. A la salida, quienes lo desean, sobre todo los niños (dicen que les recuerda al corsario Jack Sparrow por sus rastas) pueden fotografiarse con él. Y algo de razón tienen porque Lynch es algo así como un pirata rebelde de la magia, tan iconoclasta como didáctico, atípico y original. Quienes suben a su barco nunca salen decepcionados.    

A la salida del espectáculo, los niños quieren fotografiarse con el artista.

A la salida del espectáculo, los niños quieren fotografiarse con el artista. / EPC

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