QUÉ HACER HOY EN BARCELONA
En los límites de la intimidad
La Sala Flyhard estrena la irónica comedia 'La vida pornogràfica'
Eduardo de Vicente
Periodista
¡Cuántas veces habremos escuchado la frase de que “una imagen vale más que mil palabras”! Probablemente sea cierta, pero la verdad es que se ha quedado algo desfasada. Hoy en día no se busca una imagen, sino un vídeo, el movimiento. El mejor ejemplo son los informativos en los que muchas veces se cuelan noticias irrelevantes por el mero hecho de que llevan un vídeo impactante asociado. Parece que lo que no está filmado no existe y tiene mayor importancia que otros acontecimientos que carecen de ello. Este es uno de las diversos temas que plantea La vida pornográfica, de Carles Mallol (Les males persones, Tornem després de la publicitat) dirigida por Gorka Lasaosa (Oscuridad, Mata al teu alumne), que acaba de estrenar la Sala Flyhard.
El escenario representa una habitación con su cama y su mesita de noche, sus lámparas, unos pequeños cuadros y, en el suelo, una alfombra. Enfrente, una silla, una mesa, unos estantes con libros, una planta y una televisión sobre la que se irán proyectando los cuatros elementos principales que complementan la trama: sexo, porno, vida y muerte. Los primeros en aparecer son Lluís (Pepo Blasco, con una voz profunda que parece salida de un estudio de doblaje) y Míriam (Patrícia Bargalló), un matrimonio que comparte más de dos décadas en común y tiene un hijo, Eric (Pablo Hernández, con un look que nos hace inevitable recordar a Harry Potter).
El vídeo de la discordia
Ambos llevan preparando en secreto un vídeo para el chico en el que se reúnen todos aquellos momentos importantes de su vida, sus primeras veces, y piensan entregárselo en breve, cuando cumpla los 18 años. Hasta aquí todo normal (más o menos), pero es que Lluís cree que es imprescindible que en este resumen vital también filmen la primera relación sexual de su hijo. Ella duda, pero él es muy persuasivo, tiene argumentos para todo y está seguro de que la convencerá, piensa que sin esas imágenes habrá un vacío evidente en su vida y que le estarán castrando.
Pero eso no es todo… ¿cómo resolverlo técnicamente? ¿poner una cámara sin que lo sepa o adentrarse en su habitación? ¿qué planos utilizar? Lluís cree que es una herencia que le deben legar, educarle por medio de las pequeñas cosas que han formado parte de su evolución y le asegura que si ella no está de acuerdo, no lo hará. Paralelamente, Míriam está nerviosa, se atasca con las palabras, es incapaz de decir “fracaso” y la conversación les lleva a rememorar sus placenteras últimas relaciones y a ir subiendo de revoluciones hasta acabar en la cama. Este primer tramo resulta muy divertido ante los motivos surrealistas que expone el padre que desconciertan a la madre y sorprenden al público.
Toda acción tiene consecuencias
En las siguientes escenas, el hijo (y los espectadores) verá el vídeo final y conoceremos su reacción ante el inesperado regalo y las consecuencias, tan insólitas como lógicas, que todo ello provocará. La obsesión por las imágenes en movimiento es el tema principal, pero también aborda el derecho a la privacidad, a la intimidad, la responsabilidad de los padres frente a los hijos y cómo los hijos imitan los comportamientos paternos. Nos hace reflexionar sobre si preferimos tener nuestras experiencias grabadas o vivirlas. Todos tenemos un amigo o familiar que se dedica a filmar todo lo que sucede pero que, mientras tanto, se está perdiendo lo que está ocurriendo en realidad, el entorno que acompaña a cada situación y se limita a verlas por el pequeño objetivo de la cámara.
Y lo cierto es que la mayoría de esas imágenes no volveremos a visionarlas y, por el camino, habremos perdido gran parte de la emoción de vivirlas. Para acabar suena el Creep de Radiohead versionado en tono vintage por Richard Cheese y su letra adquiere otro significado: “Tú eres jodidamente especial, pero yo soy un desgraciado, soy raro. ¿Qué diablos estoy haciendo aquí? No pertenezco a aquí” y su frase final: “Ella está corriendo por la puerta”, que, en la obra sería Él. Si no queremos ser unos “weirdos” más vale que dejemos la tecnología de lado y aprendamos a disfrutar de los pequeños obsequios que nos hace la vida que puede y debe ser más presencial que pornográfica.
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