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Una obra infantil reflexiona sobre la memoria

El Romea presenta 'Bruna, el musical', sobre la Historia y el Alzheimer

bruna avia

bruna avia / GISÈL ASLINA

Eduardo de Vicente

Eduardo de Vicente

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A veces podemos tener la percepción de que los espectáculos para niños tienen que ser muy sencillos, sin excesivas complicaciones para que puedan entenderlos y que lancen mensajes simples que capten a la primera. Pero no hay ninguna norma escrita al respecto y un montaje también puede arriesgar, tener una lectura infantil y otra para los adultos. Esto es lo que intenta (y consigue con mucho mérito) en la programación para niños del Teatre Romea, Bruna, el musical, una obra creada por Mateu Peramiquel y Mar Puig, con un reparto compuesto en su mayoría por niños, sin nombres conocidos y, a diferencia de otros musicales de esta Navidad con mucho más presupuesto, aquí sí que hay música en directo (una pequeña banda compuesta por un piano, percusión y violonchelo).

Podríamos definirla como una obra sobre la memoria en dos sentidos: la memoria histórica, las secuelas de la guerra civil española, pero también sobre la pérdida de la memoria que padecen nuestros abuelos con la maldita enfermedad de Alzheimer. La acción está ambientada en los años 90 y el escenario se divide en dos espacios. A la izquierda encontraremos una pequeña silla que representa la residencia en la que está ingresada la abuela, Joaquima; a la derecha encontramos el comedor de la casa donde viven la pequeña Bruna y su madre, María.

El hallazgo de un diario impulsará a Bruna y a su madre a intentar saber más de Joaquima.

El hallazgo de un diario impulsará a Bruna y a su madre a intentar saber más de Joaquima. / GISÈL ASLINA

De los años 90 a los años 30

La niña está haciendo un trabajo para la escuela sobre su familia y le interesa especialmente la vida de su abuela por lo que intenta investigarla recurriendo a las fotos antiguas y descubre que un día aquella anciana también fue una niña (Memòries). El mejor amigo de Bruna es Éric, un chico que se viste como Sherlock Holmes, que quiere resolver enigmas y descubrir tesoros (L’explorador), así como también conoceremos a los otros niños (vestidos de piratas) que forman el coro. La pequeña visita a Joaquima y juega a cambiar de identidad dándose cuenta de que algo está fallando (Roba cenyida) que, por momentos, empieza a olvidar cosas y no sabe quién es...

El reparto está casi íntegramente compuesto por niños y jóvenes.

El reparto está casi íntegramente compuesto por niños y jóvenes. / GISÈL ASLINA

Casualmente descubre un diario de 1931 en el que su abuela escribe sobre sus experiencias y la acción se traslada a esa época con los juegos que los niños de esos años experimentaban como la comba, la rayuela o el pañuelo (Jocs) en contraste con el aburrimiento del colegio. Su primera averiguación importante es que su mejor amiga era Pitu, la masovera, que era analfabeta. La joven Quima la ayuda a aprender a leer empezando por el Abecedari, interpretada por el coro infantil, que parece salida de Sonrisas y lágrimas, y que despierta los primeros grandes aplausos. En la misma se utilizan todas las iniciales para repasar animales, nombres propios o pueblos catalanes. Pese a la estupenda vocalización de los peques la gran velocidad del tema dificulta identificarlas todas y seguir el ritmo.

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Entre la reivindicación y la emoción

Bruna es imaginativa y está ansiosa por seguir indagando. Su madre se da cuenta de que casi no dispone de tiempo para ella y decide ayudarla a encontrar una carta misteriosa que parece esconder un gran secreto (Busca) y que sirve para unirlas. Su amigo Éric ha perdido el interés por sus aventuras, ya que está más pendiente de la Gameboy (hoy podríamos decir lo mismo de la Nintendo Switch o de la Play) que de vivir nuevas experiencias. El siguiente viaje en el tiempo nos muestra la canción más reivindicativa, Som, donde los peques denuncian tener que pasarse la vida acatando órdenes ("Calla, seu, escolta, copia, escriu, aixeca’t, respon!"), nos cuentan sus sueños de futuro y nos reprochan que “som la veu que hauries d’escoltar, no t’oblidis de que tu tampoc vas nèixer gran”. Un himno que podría ser la versión infantil del Do you hear the people sing de Los Miserables.

Hasta ahora hemos reído y nos hemos entretenido pero la emoción empieza a aflorar con la deliciosa Mare, en la que María añora a su madre. Casi imposible resistir las lágrimas. Pero aún hay más, la canción Estimada Quima revela el gran secreto de la carta que incluye un giro imprevisible que deja a la platea asombrada y contribuye a que nos quedemos sin palabras y, para acabar, un hermoso canto a la amistad (Pacte). Un espectáculo delicado, frágil como la memoria que pretende estimular la mirada creativa y la salud emocional de los peques. Un merecido y sentido homenaje a nuestros abuelos (recomendamos que, en esta ocasión, sean ellos quienes vayan al teatro con los nietos), al amor familiar, al valor de la amistad. Todo ello al servicio de un elenco tan desconocido como eficaz y unas canciones que consiguen arrancarnos tanto una sonrisa como una lágrima. Su éxito ha provocado que las representaciones se prorroguen hasta el 10 de enero, como mínimo, en la programación infantil del Teatre Romea y lo cierto es que merecería mantenerse en cartel mucho más tiempo para que los nuevos espectadores (y los más veteranos) pueden descubrir, como Bruna, este pequeño tesoro.