CINE

'Call me by your name': el primer verano del resto de tu vida

La película de Luca Guadagnino es un relato de iniciación sentimental increíblemente sensual y conmovedor

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Nando Salvà

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La obra de Luca Guadagnino funciona como detallada deconstrucción del deseo. Ningún otro director tiene su capacidad para convertir la esencia del anhelo romántico en algo palpable: sus películas casi pueden ser tocadas, saboreadas y hasta olidas. En la última de ellas, 'Call me by your name', observa el romance que un adolescente, Elio, vive en la fabulosa villa veraniega de la familia con el asistente de su padre, Oliver, un veinteañero con el físico de un adonis.

Su relación empieza con señales esbozadas, miradas robadas y roces fugaces, y pronto se convierte en una aventura erótica cargada de pequeños descubrimientos. Poco a poco Elio va entendiendo y aceptando su fijación con Oliver; lo que no sabe es que aceptar el desamor será mucho más duro.

TEMPERATURA EMOCIONAL

La película elude conflictos dramáticos y tramas al uso. Funciona más bien a la manera de un lánguido baile bajo el sol italiano; dos personas que se escrutan a través de juegos privados, conversaciones en clave e invitaciones sutiles. Guadagnino sabe exactamente dónde fijar su mirada para aumentar la temperatura emocional: un par de bañadores colgados a secarse, un huevo apenas hervido que se abre y extiende su yema en el plato; una pieza de fruta a la que el adolescente, acosado por las hormonas, da una utilidad que momentáneamente emparenta 'Call me by your name' con 'American Pie'.

Después de todo, ambos son apasionados retratos sobre el poder arrollador del primer amor y el despertar sexual. Solo una de ellas, eso sí, captura con precisión desarmante la confusión que provoca descubrir que no eres la persona que pensabas y que aquello que amas es algo prohibido –la película transcurre a principios de los 80–, y la agonía que causa preguntarse si el sentimiento es recíproco.

El romance de 'Call me by your name' no está hecho para durar, y eso hace que cada contacto físico sea vibrante y significativo. Cuando lo vemos llegar a su fin, sentimos inmediatamente que dejará un rastro imborrable, que acabará siendo uno de esos momentos que marcan vidas enteras.

La sensación se torna certeza cuando, casi al final de la película, asistimos a una conversación que sin duda es una de las escenas entre un padre y un hijo más conmovedoras de la historia del cine. Lo que se dice en ella es algo que solo una persona mayor puede decirle a otra más joven: que el amor, lo busquemos o no, es una presencia habitual en nuestras vidas, y que más nos vale aferrarnos a él siempre que se nos cruce en el camino. De lo contrario, nos arrepentiremos toda la vida. 

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