CINE

Extraterrestres: ni son verdes ni quieren matarnos

Dirigida por el canadiense Denis Villeneuve, 'La llegada' propone otra forma de imaginar un primer contacto entre humanos y alienígenas

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Nando Salvà

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Los extraterrestres no son como Hollywood nos ha hecho creer. O quizá sí, no lo sabemos; nadie ha visto nunca a ninguno. En todo caso la nueva película de Denis Villeneuve, 'La llegada', ofrece un retrato poco habitual de un primer contacto entre humanos e intrusos alienígenas. No incluye ni ciudades destruidas ni monumentos derribados ni bichos verdes de lo más monos, y en cambio sí imagina qué reacciones serían las normales ante una situación tan anormal. Mientras relata el proceso emprendido por una lingüista contratada por las autoridades (Amy Adams) para aprender a comunicarse con ellos y descifrar sus motivos, propone una versión más matizada de las respuestas que el cine suele dar a los grandes interrogantes que una hipotética visita extraterrestre plantearía.

¿QUÉ ASPECTO TIENEN?

El cine de ciencia-ficción está lleno de extraterrestres que esencialmente son como nosotros. La criatura espacial de '<strong>Under The Skin</strong>' (2013) se parece sospechosamente a Scarlett Johansson, y la de '<strong>El hombre que cayó a la Tierra</strong>' (1976) es clavadita a David Bowie. En '<strong>La invasión de los ladrones de cuerpos</strong>' (1956) y sus numerosos remakes —'<strong>Secuestradores de cuerpos</strong>' (1993), por ejemplo—, los alienígenas son vainas capaces de duplicar la apariencia humana, y el bicho mutante de '<strong>La cosa</strong>' (1982) adopta la apariencia de cualquier ser al que mata. Incluso aquellos extraterrestres que no se nos parecen —la bestia cabezona de '<strong>Alien</strong>' (1979), los burlones esqueletos andantes de '<strong>Mars Attacks!</strong>' (1996)— poseen motivaciones reconocibles y comprensibles.

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En ese sentido, un gran logro de 'La llegada' es que hace a los aliens parecer aliens, extraños e inhumanos e inescrutables: su aspecto recuerda a ratos a una mano huesuda y a ratos a un calamar, y su nave tiene forma de pepita de sandía gigante. De ese modo, la película reajusta nuestro modo de pensar sobre cómo podría ser la vida en otros planetas.

¿CÓMO NOS COMUNICAMOS CON ELLOS?

'La llegada' sostiene que no podremos romper el hielo con los extraterrestres si no sabemos qué quieren, y no podremos saber qué quieren si no sabemos cómo preguntar. En '<strong>Encuentros en la Tercera Fase</strong>' (1977), por ejemplo, el medio para hacerlo era una pegadiza melodía de cinco notas; y en 'Contact' (1997) los aliens se comunicaban a través de archivos informáticos llenos de datos. En 'La llegada' nos hablan emitiendo lamentos guturales y escupiendo chorros de tinta que adoptan formas circulares similares a la marca de una taza de café. Sin duda no es un lenguaje tan claro como el de los marcianos de 'Independence Day' (1996): cuando decían "Hola" haciendo explotar la Casa Blanca era difícil no entenderles.

¿QUÉ QUIEREN?

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Comportamiento recurrente de los extraterrestres cinematográficos es llegar la Tierra y matarnos a todos, por ejemplo en 'La guerra de los mundos' –tanto la versión de 1953 como la de 2005— o 'Battleship' (2012). Ante esa actitud cabe preguntarse: ¿por qué iban inteligencias superiores a cruzar distancias cósmicas masivas solo para destruirnos? ¿Por qué no sentarse a la bartola a esperar que nos destruyamos nosotros solos? Más realista es la hipótesis de 'Encuentros en la Tercera Fase', en la que ellos y sus naves eran símbolo de las posibilidades de la existencia interestelar; o 'Contact', en la que los extraterrestres nos mandaban instrucciones para construir un vehículo que nos permitiera visitar su mundo. En esa misma línea avanza 'La llegada': defiende la idea de que la ciencia y la razón nos salvarán de nuestros peores instintos. Como en su día hizo 'Ultimátum a la Tierra' (1951), imagina extraterrestres benévolos que ofrecen un regalo a los terrícolas, y así promueve un mensaje de paz y cooperación entre los pueblos.  

¿CUÁL SERÍA NUESTRA REACCIÓN?

Dada su inofensiva conducta, los moluscos alienígenas de 'La llegada' son vulnerables de acabar convertidos en sushi. Eso, sugiere la película, es lo que querrían gobiernos como el ruso o el chino, y no sorprende. Quien haya visto al menos una película de ciencia-ficción sabrá que frente a los visitantes siempre hay un gobierno impaciente por apretar el botón rojo pese a que sería un craso error: si son avanzados para cruzar galaxias también lo son para aniquilarnos sin derramar una gota de lo que su fisiología les haga derramar al esforzarse.

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En 'District 9' (2009), los ciudadanos de Johannesburgo segregaban a los ortópteros llegados del espacio en guetos –y así los convertían en metáfora del 'apartheid'–, y el entrañable bichejo de 'E.T. El extraterrestre' (1982) tuvo que dar un telefonazo a casa para que sus paisanos siderales lo salven de nosotros. Así pues, reconozcamos, hay una razón por la que en general los aliens quieren matarnos. Los humanos lo corrompemos todo.

¿CÓMO NOS AFECTARÍA SU LLEGADA?

Difícil saberlo. En última instancia, 'La llegada' sugiere que pensar en alienígenas nos ayuda a entender valores y perspectivas que nos resultan extraños, a valorar la necesidad de conexión y comunicación mutuas, a aprender a superar las barreras que nos separan.

Quizá por eso –a pesar de que en caso de toparnos con extraterrestres es probable que nunca llegáramos a entenderlos–, seguiremos rastreando los cielos, y más allá, en busca de ese primer contacto. 

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