NOVELA GRÁFICA
Viaja al pasado sin Delorean
Alfonso Casas tira de nostalgia azul-veraniega en 'El final de todos los agostos'. Cómic sobre oportunidades perdidas que pone de punta los recuerdos ochenteros
Ana Sánchez
Periodista
En vez de “¿cómo estás?”, a ella le preguntan “¿que has hecho qué?”. No sabe cocinar, pero sí tirar hachas. Si le haces una pregunta retórica, lo más probable es que la responda. Autora de ‘Barcelona increíble’ (Ediciones B).
Ana Sánchez
«El ilustrador de los corazones rotos», lo llaman. Su anterior libro, SE(nti)MENTAL, acumulaba más de 250 corazones con tiritas: troceados, pisoteados, cosidos, cicatrizando, con camisa de fuerza. Ilustraciones-gag en blanco y negro y rojo. «Si te han jodido pero te ríes -suele decir este cronista sentimental-, tienes la mitad del camino hecho». Mirar su Instagram debería convalidar al menos cinco terapias de pareja.
Alfonso Casas retoma la novela gráfica: 'El final de todos los agostos' (Lunwerg). Es un cómic que te ahorra el Delorean. Un viaje al pasado sin máquinas del tiempo ni profesores chiflados, apunta el autor en la contraportada. «Solo una persona cualquiera que se pregunta cómo habría sido su vida si, en lugar de escoger un camino, hubiera elegido otro». Toda una reflexión visual sobre oportunidades perdidas.
EL VERANO EN EL PUEBLO
El protagonista es un tipo corriente. «Y, por tanto, absolutamente imperfecto -apunta su creador-, supongo que en eso es fácil identificarse con él». Antes de casarse, intentará rellenar huecos existenciales en el pueblo costero donde veraneaba de niño. Sí, te entrará más nostalgia que al tragarte 'Verano azul' por octava vez deseando que en esta no se muera Chanquete.
El verano en el pueblo. El amigo de la infancia. La bici. El loco del pueblo. La casa encantada. El primer cigarrillo. ¿El amor de tu vida? El libro supura más ternura que el gato de 'Shrek'gato deShrek poniendo ojitos y el osito de Mimosín juntos.
Aquí es el presente el que se ve en blanco y negro. Los recuerdos ochenteros se despliegan a todo color. «Viene a reforzar la idea de que los recuerdos teñidos de nostalgia son más cálidos -dice Alfonso-, mientras que el presente es algo más frío porque todavía no tiene ese tinte que añade la memoria».
El ilustrador viaja a ese pasado en el que se decía «jope» y «jolín» con dignidad de superhéroe. Hay camisetas con Cobi y Curro, el bailar-de-lejos-no-es-bailar formato verbenero, misiones secretas, cápsulas del tiempo a 20 años vista cuando 20 años era un tiempo prácticamente infinito. «Crecer es una trampa», te soltará algún dibujo. «Los recuerdos engañan, hijo», te dirá otro.
¿La moraleja? «Cada lector puede entenderlo de una manera diferente -responde Alfonso-. Es un cómic que habla de dudas y finales no resueltos. No todas las historias tienen un final feliz, porque no todas acaban, e incluso algunas ni siquiera empiezan. De lo hablado, y también de lo callado, es de lo que trata esta historia».
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