Rabietas perimetradas
Saca a tu Hulk estresado en esta habitación de la rabia
Las llaman ‘rage room’, ‘anger room’, cuartos de la ira. En Vilanova te dan una barra de hierro y una sala que destrozar
Ana Sánchez
Periodista
En vez de “¿cómo estás?”, a ella le preguntan “¿que has hecho qué?”. No sabe cocinar, pero sí tirar hachas. Si le haces una pregunta retórica, lo más probable es que la responda. Autora de ‘Barcelona increíble’ (Ediciones B).
Cualquier diría que acaba de reencontrarse aquí la Pantoja con sus hijos. Huele a batalla campal. Se ven pilas de escombros humeantes. Ordenadores hechos añicos como si fueran discos duros de Bárcenas. Enseguida intuyes que acabarás con la misma cara desencajada que al ver un videoclip de Leticia Sabater.
Te dan casco antidisturbios, mono, guantes, botas de seguridad. Ni que fueras a una sesión de control del Congreso. Ahí tienes barras de hierro a elegir, te señalan una caja llena. Alguna está tan retorcida como si la hubieran estampado contra un superhéroe. Solían tener bates de béisbol, pero se rompen demasiado deprisa, lamentan a lo matón de teleserie.
Empuñas una pata de cabra con la veteranía que da haber visto 10 temporadas de 'The walking dead'. Y te empiezan a servir objetos rompibles en plan menú del día: platos, copas, cámara de vídeo, impresora, torre de ordenador. Sonríes con timidez de primerizo, te ajustas la visera. Al segundo golpe dejas de decir “ups”.
“¿Alguna vez has querido destrozar algo después de un largo día de trabajo?”, incita su web. No es una pregunta retórica. Aquí se rompe la monotonía de manera bastante literal. “La sala de la rabia”, se lee en la pared. Es una habitación donde sacar a tu Hulk estresado. Albert Soler asiente sin excedentes de adrenalina. No se le ve estresado en el trabajo, no. Hace tres años que abrió Axerum, centro de ocio alternativo en Vilanova i la Geltrú. Además de una habitación donde liarse a golpes, tiene dianas a las que tirar hachas.
"Relajación después de la devastación"
Las llaman rage room, anger room. Habitaciones de la rabia, cuartos de la ira. “Relajación después de la devastación”, resumen por internet en plan mantra. “Vienen de Japón –explica Albert-. Es donde hay más: Japón y China”. Hace más de una década que se pueden 'googlear'. Por entonces, ya había nipones destrozando platos y americanos golpeando muñecos de Trump y Clinton en la Anger Room de Dallas, recoge 'The New York Times'. En el 2016 se empezó a hablar de “fenómeno global”. Hay club de demolición en Manhattan, un local para rabietas en Houston, habitación de la furia en París.
Al tercer golpe ya estás sudando. Te crees Michael Douglas en 'Un día de furia', pero pareces más bien Homer Simpson intentando imprimir. “Qué difícil es reciclar aquí”, gritas a los cinco minutos. Tardas al menos 10 en empezar a intuir las vísceras de la impresora.
“Es muy cansado”, resopla Oriol. 21 años, programador informático. Acaba de atravesar un teclado con una pata de cabra. “Ya no siento nada del agobio que sentía antes”, sonríe tras su primera sesión de rabia perimetrada. ¿En qué se piensa con una barra de hierro en la mano? “En las facturas”, dice al lado Patricia. 23 años, dependienta. “Desestresa mucho”.
El 80% son mujeres
Habrán pasado 400-500 personas aun con el vaivén de restricciones, calcula Albert. Media de edad: 30-40 años. El 80% son mujeres. Se contratan 'packs': de 30 a 60 € (por pareja), según el tamaño de la veintena de objetos a destrozar. “Hay gente que me ha llegado a pedir 200 euros de material para romper –cuenta-. Quizá están dos horas allí”. No hay tiempo límite.
“Hay gente que me ha llegado a pedir 200 euros de material para romper "
Se pueden hacer añicos teléfonos, microondas, cristalería en todos sus formatos. Incluso frigoríficos y teles de 55 pulgadas. ¿De dónde saca todo? “Wallapop –responde el encargado-. También hemos comprado lotes de empresas que cierran”. Sí, se ve mucha alucinación vintage: ordenadores con disquetera, algún móvil con antena, televisores culones que debieron de presenciar la teta suelta de Sabrina.
¿Que tienes algo propio que romper con inquina? También puedes añadirlo al 'pack'. “Una chica vino sola y se trajo un cuadro –recuerda Albert-. Lo sacó de la bolsa y… era la orla de la universidad”.
Nadie ha traído de momento fotos del jefe. “Mucha gente lo dice –cuenta el encargado-, pero al final nadie se atreve”. Hay quien viene a rebajar el estrés del trabajo, incluso a hacer terapia de pareja. Hay quien garantiza que es el mejor lugar para una primera cita. Pues sí: al menos se pueden tirar los trastos sin remordimientos.
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