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Las clases de defensa personal femenina se disparan en Barcelona

Las 'manadas' y las sentencias irrisorias han empujado a que aumenten los cursos de artes marciales para mujeres y de autodefensa feminista. Hay clases todas las semanas

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Ana Sánchez

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Aquí se ven más mujeres a la defensiva que cuando habla Casado. Si preguntas a alguna de estas chicas por qué ha venido al gimnasio, te dirá: «Para andar por la calle más tranquila». Y te hacen una demostración de cómo defenderte de cuchillos, estrangulamientos y empujones. Daniela y Elena son las veteranas: empezaron en octubre. ¿Les ha pasado algo en la calle? «Lo normal», responden las dos veinteañeras como si fuera obvio. «Ser seguidas». 

Esportiu Badrena. Los miércoles hay clase de KM Defensa Personal específica para mujeres. Enseñan Krav Maga, un sistema de defensa israelí. «Todo es muy instintivo», asegura el instructor. Se llama Víctor, pero se presenta como Pirelli. Porque en sus clases terminas oliendo a neumático quemado, supones al acabar chorreando. En el calentamiento ya te sientes como Karate kid al dar cera y pulir cera. «Son ejercicios para potenciar el golpeo», explica. Terminas de quedarte sin aliento jugando al pilla-pilla. Para aprender a vigilar el entorno en la calle, apunta el instructor. En breve te enseñará a lanzar jabscross hooks como si tuvieras delante a un agresor. «Al mentón y a la sien», te indica para el KO. Acabas con los nudillos enrojecidos y la cabeza más erguida. «Te creces», asegura Elena tras la clase. «Yo quiero estar preparada», se justifica Carmen, otra alumna. «Más vale prevenir que curar», se encoge de hombros Anna. 

KM Defensa Personal ha empezado este curso a dar clases regulares para mujeres. Lunes y miércoles, en Esportiu Badrena y viernes, en Dinamis.

Pisas el tatami y Yulila te pone a hacer 25 abdominales. En las clases regulares hacen 100. Tres minutos y le encuentras parecidos con el sargento de Oficial y caballero. «Hay que tener una base física para hacer defensa personal», asegura. «No puedo pegar una patada fuerte si no tengo fuerza en los pies».  

Es la clase de prueba de una de las escuelas Mugendo. «Es un arte marcial japonés que hemos ido adaptando a la sociedad de ahora», explica. Lo mismo te enseña a dar puñetazos y patadas a un saco que a defenderte con lo que llevas a mano al salir de noche. Como, por ejemplo, golpear con el móvil el dorso de la mano. También, indica, puedes colocarte una llave entre los dedos a modo de cuchillo.

Seminarios gratuitos

Yulila lleva 10 años haciendo artes marciales. Empezó con 13. «Éramos muy pocas chicas», recuerda. Ahora el porcentaje de alumnas supera el 50%, calcula Oliver Duarte, director comercial de Mugendo. «Se ha disparado la demanda femenina», asegura. Suelen dar clases una vez a la semana. Cada dos meses, ofrecen un seminario gratuito que siempre se llena. En muchos colaboran agentes de policía. El próximo es el 6 de abril. Este viernes, 8 de marzo, hay clase gratis en Mugendo Sarrià (Golden Kyu). 

En abril abrirán una clase regular en XFit Eixample. El sábado hubo un seminario impartido por Irene Cabello, peleadora internacional de MMA (artes marciales mixtas). En dos días se llenaron las plazas. «Es una pena que tengamos que hacer esto para protegernos», resoplaba Sara al aprender a hacer un mata león (estrangulamiento por la espalda). Irene enseñó técnicas para escabullirse si te agarran de la muñeca, del cuello, de la cintura, incluso en el suelo. ¿La recomendación que más repetía la instructora? “Tened confianza en vosotras mismas”. Y sí, salías del gimnasio con más confianza. Y también con más conciencia de lo que te puedes encontrar ahí fuera.

Más allá de la técnica física

«Yo no hago defensa personal». Karin Konkle menea la cabeza al acabar de impartir un curso de autodefensa en el Centre Cívic Carmel. Ella enseña a defenderse a partir de todo lo que ha aprendido, explica, del feminismo, el aikido, el taichí, la meditación. «La capacidad de comunicarse bien es la base de la seguridad», asegura. Lo dice alguien que lleva 30 años encima de un tatami. 

Karin da clases de autodefensa feminista. Ya autodefensa, a secas. Va más allá de «resolver una situación física», resume. «Mira cosas como la comunicación, las relaciones sociales, el contexto social, la gestión emocional». Ella sufrió violencia de género con 18 años. «Me bloqueé y no reaccioné», recuerda. Ya hacía artes marciales. 

En sus talleres trabaja cuatro áreas: «Mantener la calma, gestionar el espacio personal, la comunicación verbal y la parte física. Y luego hacemos simulacros». Con ella aprendes que gritar añade un 30-40% más de fuerza. O que cuando hablas, «el 93% de lo que capta la otra persona no es lo que dices, sino cómo lo dices».

Hace 18 años que enseña autodefensa. Tiene una colaboración estable con el ayuntamiento: da talleres gratuitos de 20 horas. “Creo que ha habido un cambio social”, apunta. “Pensar que una mujer se defendería se veía antes como algo violento. Y ahora, con todos los juicios, todo el mundo ve que si las mujeres no se defienden, lo que va a pasar después va a ser insatisfactorio y tarde”. La autodefensa -propone- debería formar parte de la educación física de todos, igual que la meditación o el yoga. ¿Su lema? «Ante cualquier agresión, vivir feliz es la mejor reivindicación».