el museo imaginario

Una masía 'secreta' tras el Palau Nacional de Montjuïc

Mark Scrancher, dueño de The Bike Club, tienda y taller de bicis que también funciona como club social y café-bar, 'descubre' este desconocido enclave, en el Jardí Botànic Històric

Mark Scrancher, dueño de The Bike Club, en la masía 'secreta' tras el Palau Nacional de Montjuïc

Mark Scrancher, dueño de The Bike Club, en la masía 'secreta' tras el Palau Nacional de Montjuïc / periodico

Ferran Imedio

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Mark Scrancher le encanta escaparse a uno de los rincones más 'secretos' de Barcelona, la masía del Jardí Botànic Històric (avenida dels Montanyans, 26-28). Paradójicamente, está ubicado junto a un foco turístico como el Palau Nacional, sede del Museu Nacional d’Art de Catalunya. Tan secreto es que la mayoría de barceloneses desconocen su existencia. "Incluso en agosto hay poca gente", asegura este londinense que dirige <strong>The Bike Club</strong> (Sepúlveda, 6), una tienda y taller de bicicletas que también funciona como club social y café-bar.

Él es un tipo viajado: ha vivido en Inglaterra, Cuba y España, y buena parte del año navega por medio mundo. Cuando toca tierra se queda en Barcelona, adonde llegó en 1986. Y pese a dar tantas vueltas por ahí, nada le gusta más que esta obra levantada por la Associació de Ramaders con motivo de la Exposición Universal de 1929 para mostrar cómo era el típico edificio de campo catalán.

Huerto ecológico

Un año después se creó a su alrededor el jardín botánico para ampliar y sustituir una colección de plantas que se cultivaban frente al Museo de Ciencias Naturales, en el parque de la Ciutadella. Frente a la masía, que solo usan los jardineros y los miembros de la Associació d’Amics del Jardí Botànic, hay un huerto ecológico con variedades tradicionales y exóticas: limoneros, naranjos, alcachofas, acelgas, hinojo, salvia, cilantro, rábano negro...  Las semillas se pueden comprar allí mismo.

El empresario topó por casualidad en los 80 con este enclave que ocupa una antigua cantera, cuando aún bajaban ovejas de Montjuïc al matadero (ahora es el parque de Joan Miró). "Cuando lo descubrí estaba ruinoso. Luego lo fueron arreglando», recuerda antes de confesar que le gusta "sorprender" a sus amigos "barceloneses y extranjeros" trayéndolos aquí. "No lo conocen", sonríe. "A veces vengo a leer. No hay ruidos, no hay gente, no hay coches... Es un oasis de paz. ¡Parece una masía de algún pueblo de Girona!". Cierto... si no fuera porque detrás asoman las torres de Palau Nacional.