CIUDAD ON

Aprende a escribir con una copa

Se llama 'Vino y prosa'. Creas personajes con un lápiz en una mano y una bebida en la otra. Descubrirás que tienes más mano derecha de lo que creías, como la Junta de Andalucía

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Ana Sánchez

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Zero 20, aquí es. Entras en un local mexicano de Sants y te encuentras una mesa llena de lápices y papeles en blanco junto a la carta de cócteles. Esta es una sesión literaria mezclada y agitada. «Hoy queremos demostrar que puede escribir cualquier persona», te garantizan. Y, sí, en una hora descubrirás que tienes más mano derecha de lo que creías. Como la Junta de Andalucía.

Antes de empezar a escribir, hay que pedir un cóctel. Aquí te enseñarán a crear un personaje en papel con un lápiz en una mano y una copa en la otra. Write & drink, escribe y bebe, propusieron vía Facebook. El cóctel puede ser sin alcohol –insisten–, que esto no es una clase magistral a lo Hemingway. Nadie pide daiquiris de dos en dos. «Estamos aquí para aprender a inspirarnos con cualquier cosa», resume Ania. «El cóctel nos va a servir como modelo», aclara Yulia. 

Llevarán 5 años en Barcelona, aún se les nota el acento ruso. Yulia Petrova nació en Uzbekistán cuando aún era la URSS. Ania Melati Eberz es de Siberia. Lo primero que confiesa, por cierto, es que ha pasado más frío en los pisos del Born que en su país. Transpiran un entusiasmo literario contagioso. Diez minutos con ellas y te entrarán ganas de presentarte al Planeta.

Forman parte del equipo de escritoras, periodistas, profesoras y artistas de AndProse. «Añadimos prosa a la vida», sonríe Yulia. Es una compañía que organiza eventos literarios. Que cree que «la escritura es un buen camino para expresar emociones», apuntan. Hace dos años que enseñan a escritores neófitos a inspirarse frente a una copa: ya sea en pubs o en vinacotecas con sumiller. Vino y Prosa, se llaman estas sesiones. 

Hoy no hay vino. Toca edición mexicana. Sobre la mesa, margaritas, mojitos y una decena de lápices en formación. Primera pregunta para romper el hielo: «Si fueras una bebida, ¿cuál serías y por qué?», te sueltan. Todos miran al suelo. Así que empieza Ania: «Yo soy un margarita de mango –compara–, porque soy dulce y a veces un poco amarga. Y me gusta poner sal». Sigue Yulia: «Un Martini, porque no estropea ninguna fiesta». Los escritores neófitos se envalentonan. «Yo soy como la michelada –dice uno–: porque es algo que nadie pide, pero cuando lo pruebas es refrescante». «Yo, un vino –apunta otro–: porque con los años voy mejorando». «Agua –concluirá el último–, porque es lo más necesario».

«A ver qué os dicen las bebidas»

Ahora sí: sostienes el lápiz con flojera de novato. «Liberación de Crítico Vinagroso», es lo único que se lee en la primera hoja.  «Deja hablar a ese crítico interior –incita Ania–. Esa persona amargada que vive dentro de nosotros que te dice: ‘Tú no puedes’». Un segundo, dos, y los lápices empiezan a sacar humo.

Segunda página en blanco: «Nacimiento del protagonista», propone el enunciado. «Toda historia empieza con un personaje», explica Yulia. «A ver qué os dicen vuestras bebidas», aconseja Ania. «Por ejemplo, que esta persona está pálida», enseña su margarita. Miras tu cóctel y ahora ves una mirada fría; hueles la copa e intuyes un carácter ácido; un trago y empiezas a garabatear dónde nació tu protagonista, qué hace, con qué sueña. Las hojas se van llenando de héroes, de villanos, de historias con puntos suspensivos.

¿Que para qué sirve esto? «Es una manera de canalizar las emociones», responde Ania. «Aunque de eso puede hablar mejor ella», señala a Yulia. Aparte de escritora, Yulia es psicóloga. «Crear algo es el mejor mecanismo de defensa para tu psique –dice de carrerilla–. Si tienes rabia, puedes tirar algo, o escribir cómo es esa rabia y qué te hace. No existen emociones malas, sino emociones que no podemos expresar. Y cuando no las expresas, empiezan a devorarte».

La sesión termina con copas vacías y lápices desgastados. «Hemos conseguido nuestro objetivo –se despiden Ania y Yulia–: que nuestros papeles no se queden en blanco».