Crítica de teatro

'Amnèsia' en el TNC: Un elenco de lujo en estado de gracia para una comedia sobre otra familia disfuncional

¿Qué hacemos con mamá? Nelson Valente regresa al mundo de la familia con 'Amnèsia'

Mercè Arànega y Míriam Iscla en 'Amnèsia'

Mercè Arànega y Míriam Iscla en 'Amnèsia' / David Ruano

Manuel Pérez i Muñoz

Manuel Pérez i Muñoz

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En oposición a la moda de la comedia amable que se ríe de las banalidades de gente acomodada, la escuela argentina orbita alrededor de la clase media y su centro de gravedad son la familia y sus miserias. Daulte, Veronese, Tolcachir, directores que trabajan por y para el intérprete, teatro descarnadamente humano. La cartelera mantiene un idilio con el último representante de esa estirpe contemporánea, Nelson Valente, que nos presenta su sexto montaje en un año. Escrita y dirigida para su debut en el TNC, 'Amnèsia' podría ser un manual de este tipo de obras familiares agridulces, con toda la carga de las microviolencias cotidianas, la clase de trabajo que necesita para su ejecución un grupo de intérpretes en estado de gracia.

Mercè Arànega y Victòria Pagès (detrás) en un momento de 'Amnèsia'.

Mercè Arànega y Victòria Pagès (detrás) en un momento de 'Amnèsia'. / David Ruano

Todo pasa en una única escena situada en una amarillenta casa de pueblo, con sus azulejos florales y su aire decadente, hiperrealismo que el escenógrafo Albert Pasqual complementa con otros elementos metafóricos adyacentes. Reunión de tres hermanos y sus parejas para discutir sobre el futuro de la madre enferma, bomba con mucha mecha. A la obra le cuesta arrancar, enseña sus cartas poco a poco porque manda el naturalismo y el ritmo lo marca la verosimilitud. 

El costumbrismo nos va envolviendo, parodia bien lograda de lo cotidiano con su acidez socarrona. De repente aparece el as en la manga: como en el celebrado éxito de Valente 'El loco y la camisa', la demencia de la protagonista hace saltar todas las costuras y la hipocresía. Mercè Arànega está soberbia como la madre, lucidez interpretativa para una locura adornada de arrebatos lorquianos que emparentan el personaje con la madre de Bernarda Alba, pero también con la larga tradición quijotesca. El trastorno mental aquí nos habla de la fragilidad de los recuerdos, de lo efímero de la vida. 

A la altura se sitúa el resto del bien unificado reparto, la mejor baza del espectáculo. Míriam Iscla salta con su solvencia habitual de la comedia al drama, la llave de la trama con esa abnegada hija encargada de los cuidados, perdedora que proyecta la ilusión que airea el drama. Brillante también Màrcia Cisteró en un registro cómico que le sienta genial, como a Joan Negrié, que exprime su arquetipo popular en la mejor escuela del género, como un Capri pusilánime. La Victòria Pagès más intensa contribuye a disparar la emoción como la hermana egoísta, mientras que el joven Biel Rossell se mueve indemne entre tanto animal del escenario. Van quedando pocas entradas, la ocasión lo merece, porque aunque no sea un vuelco de originalidad de los patrones de comedias familiares, el elenco convierte 'Amnèsia' en una obra destacable.