Noche de estreno

Guillem Gisbert vuela alto sin (casi) mirar atrás en Apolo

El músico ofreció su primer concierto en solitario, al margen de Manel, recorriendo su brillante primer álbum, ‘Balla la masurca!’, junto a un imaginativo y vivaz trío instrumental 

Guillem Gisbert, en el Apolo

Guillem Gisbert, en el Apolo / EFE / Alejandro García

Jordi Bianciotto

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Guillem Gisbert hereda algo de Manel, pero no es lo mismo: prevalece ahora el cancionista y el aventurero del formato pop, y no tanto el ‘artefacto’ (utilizando su lenguaje) más proclive al jugueteo, el exotismo y la danza. Pero el primer concierto de su carrera en solitario, este viernes en Apolo, llevó el repertorio del admirable álbum ‘Balla la masurca!’ un peldaño por encima de la grabación, si cabe, en expresividad e inventiva, y disipó las dudas que pudiera haber sobre este Gisbert desasistido por sus colegas de media vida.

El ambiente era el más propicio, con ese público que agotó el papel seis meses atrás, cuando muchas de esas canciones ni siquiera estaban todavía grabadas, como apuntó él en agradecimiento. La “línea dura de los fans de Manel”, reconoció mirando las primeras filas, tras haber entrado en escena de un modo inesperado: solo al teclado, abordando una adaptación de ‘Anyone can whistle’, de Stephen Sondheim (que ha titulado ‘Tots a casa xiulen’), sátira sobre el pueblo en bancarrota cuyo alcalde se inventa un milagro para que vengan turistas. Historia de lo más ‘gisbertiana’ tras la cual ‘Les dues torres’ se abrió paso con todo el aparato instrumental: la batería de Glòria Maurel y el oficio multitarea de Jordi Casadesús y Arnau Grabolosa. Escenario cuidado, con un fondo asimétrico, como la disposición de los músicos, con el cantante situado a la izquierda del grupo.

Pasos de baile

Con ‘Balla la masurca!’ y su cavilación sobre quién complace a quién, artista o público, ya vimos cómo han calado esas canciones, pese a todos esos recorridos en zigzag y esas disrupciones. Estribillo suavemente coreado y Gisbert, coronando la escena con unos pasos de baile como cortesía a la afición. ‘Empatia total’, crecida y vivaz, y ‘Els gegants de la ciutat’, sacudida por sintetizadores cósmicos. El trió dio más empaque vocal a ‘Waltzing Matilda’, vacilando a la sala, dando paso a la otra versión de la noche, ‘Dry your eyes’ (‘Prou de plors’), solemne número setentero de Neil Diamond.

El canto popular exorcizó la carga melancólica de temas como ‘Miracle a Les Planes’, con sus oleajes de sintetizadores, y de otro sonado trofeo, ‘Cantiga de Montse’. El repertorio no daba para mucho más. El álbum tiene 11 canciones, si bien, para abrir el bis, Gisbert rescató ‘Ai, Yoko’, de Manel, a voz y teclado. De ahí a la ‘dylaniana’ ‘Les aventures del general Lluna’ (con toque final de armónica) y un ‘Estudiantina’ con formas de tuna a la catalana, con los cuatro músicos haciendo piña alrededor del micro y un mensaje de advertencia como despedida: cuidado con los estudiantes sin vocación, suyo será el mundo.

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