La Villarroel
'Conspiranoia': Teoría y sátira de la amistad
La nueva comedia de Jordi Casanovas y Marc Angelet parte de las teorías conspiratorias para diseccionar la fragilidad de los vínculos afectivos.
Manuel Pérez i Muñoz
Periodista.
En estos días que se discute tanto de bulos y engaños mediáticos, llega a la Villarroel un montaje sobre la gente que se los cree, o al menos ese es su punto de partida. Jordi Casanovas siempre permanece atento para transformar la actualidad en teatro, ya sea en clave judicial ('Ruz-Bárcenas', el caso la Manada en 'Jauría') o social (el procés retratado en 'Alguns dies d'ahir'). Ahora, junto a Marc Angelet firma 'Conspiranoia', obra que también dirige y produce, un divertimento muy contemporáneo con una pizca del “fango” de los temas espinosos.
Comedia de situación con guiño al televisivo 'Cómo conocí a vuestra madre'. Punto de partida con gancho: Roger (Eduard Farelo), el presentador líder del matinal radiofónico, convoca a sus amigos porque su mujer, Sònia (Àurea Márquez), se ha vuelto terraplanista. Para hacerla entrar en razón propone “una intervención”, una terapia colectiva que, como era de esperar, sale fatal y desencadena un aquelarre sentimental a cuatro bandas donde todos cobran su parte. Quien espere una farsa sobre teorías de la conspiración o un manual de funcionamiento de estafas piramidales se equivoca, detrás del esquivo título hay una obra sobre la hipocresía y los frágiles vínculos de la amistad.
Sin caer en tópicos, los arquetipos bien dibujados enganchan desde el principio, sobre todo por la dosis de contemporaneidad. Mia Esteve clava el rol de geógrafa despechada, mujer de ciencia que sirve para disparar todas las bromas sobre ecologismo y otros dogmas medioambientales. David Vert se lleva el gato al agua haciendo de escritor gay con toda su carga 'woke', también por ser el portador del 'running gag' del vómito que nunca falla y, además, por plantear la polémica de la diferencia de edad en las relaciones, tema substancioso que acaba, como otros hilos, atrapado en la ambigüedad.
Ritmo acelerado casi desde las primeras réplicas, histrionismo sin descanso para una única escena de 90 minutos que sucede entre una escenografía puramente funcional. Estructura argumental limpia y, quizá por ello, algo previsible, con la tensión dramática apuntando alternativamente a cada personaje. En la importancia del móvil como elemento catalizador podría recordar 'Perfectos desconocidos' de Álex de la Iglesia, pero como se resiste a llegar al paroxismo acaba como un inofensivo repaso de los dramas superficiales de la clase acomodada. Vuelta a la receta de 'Arte' de Yasmina Reza, o a la más reciente 'Una teràpia integral' de Cristina Clemente y Angelet, es decir, comedia bien cocinada con algo de sustancia que se puede recomendar a un amplio espectro de público.
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