Estreno teatral

'El día del Watusi' baila en el Lliure: "Adaptar esta novela es una locura"

Iván Morales lleva a escena la obra magna de Casavella en un espectáculo de cuatro horas protagonizado por Enric Auquer

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Enric Auquer, en un momento de 'El día del Watusi'

Enric Auquer, en un momento de 'El día del Watusi' / Jose Novoa

Rafael Tapounet

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Llevar a escena una novela de 900 páginas parece, de entrada, un proyecto osado. Si la novela en cuestión es ‘El día del Watusi’, la audacia se convierte en temeridad y bordea el delirio. La obra magna de Francisco Casavella (1963-2008) es una torrencial novela de culto que cubre un arco temporal de 15 años y que, a través de una prosa selvática plagada de personajes, referencias y mitos, despliega un febril relato alternativo de la Transición española para acabar dinamitándolo desde dentro. Iván Morales ha convertido ese Himalaya literario en un espectáculo teatral de cuatro horas y cuarto (con dos pausas) que, a partir del miércoles 10 de abril y hasta el 5 de mayo, tomará por asalto el Teatre Lliure de Gràcia con todas las entradas vendidas antes del estreno. Un reto descomunal.

“La lectura de ‘El día del Watusi’ te contagia muchas cosas, y una de ellas es una determinada ambición -apunta Morales, que firma la adaptación del texto y la dirección del montaje-. Llevarla a escena se convirtió en una obsesión, una especie de Moby Dick. Una locura. Montar esto ha sido como perseguir la gran ballena blanca”. El empeño, señala, ha contado con un aliciente especial: responder a todas las voces que “aseguraban que esto no se podía hacer”. “Enfrentarte a algo así -añade- es una de las sensaciones más potentes que puedes tener como artista”.

Extirpación de la memoria

‘El día del Watusi’ sigue los pasos de Fernando Atienza, un pícaro arribista criado en las chabolas de Montjuïc durante el tardofranquismo a quien, por una serie de peripecias, le corresponde ser testigo del papel que las élites económicas y políticas de Barcelona tienen en la transformación física y moral de la ciudad con la llegada de la democracia (un ejercicio de extirpación de la memoria ejecutado con tanta soberbia como incompetencia). En el espectáculo del Lliure, el papel de Atienza lo interpreta Enric Auquer, a quien acompañan en escena Guillem Balart, David Climent, Bruna Cusí, Raquel Ferri, Vicenta Ndongo y Xavi Sáez.

Bruna Cusí, en 'El día del Watusi'

Bruna Cusí, en 'El día del Watusi' / Jose Novoa

Auquer destaca que la refutación del relato oficial de la Transición que la novela de Casavella planteó hace más de 20 años (‘El día del Watusi’ se publicó en tres volúmenes entre 2002 y 2003) resulta “bastante menos frívola que muchos de los discursos que se hacen ahora en ese sentido” porque, en su caso, “la reflexión política surgía de una conexión genuina con la calle y no estaba hecha con una intención partidista ni desde una posición de privilegio”.

Misa 'watusiana'

En su estreno como protagonista de un montaje teatral, Auquer lleva a cabo un ‘tour de force’ “absolutamente agotador”. “Al final de la función acabo verdaderamente cansado. Por primera vez entiendo eso de dejarse la piel en el escenario”. Igual que el resto del reparto, el actor no solo se las tiene que ver con una prosa “barroca y llena de subordinadas” (aquí los otros intérpretes ríen y asienten), sino que además baila, canta y está en continuo movimiento durante las cuatro horas. La música y el baile juegan un papel fundamental tanto en la novela -“si lees a Casavella, lo lees con música en la cabeza todo el rato”, dice Morales- como en la propuesta escénica.

“La base de nuestro dispositivo performativo son las misas evangélicas: experiencias escénicas muy catárticas que pueden durar mucho tiempo y que generan un sentimiento de comunidad y de trascendencia”, explica el director, que compara lo que sucede en el escenario, esa “misa watusiana”, con “buscar a Dios en un ‘after’ o irte de fiesta durante toda una semana”. “Somos parte de una secta”, comenta Bruna Cusí.

El resultado, admiten todos los implicados, es desmesurado porque no puede ser de otra manera. “Esta es una obra preciosamente imperfecta -asegura Enric Auquer-. Hay mucho margen para el error y todo el rato existe la posibilidad de que todo salga mal. O de que el espectáculo se caiga y luego vuelva a remontar. Esa sensación es algo muy bonito. Es casi mágico”.