La caja de resonancia

Sin dormir en Montmeló: ¿adónde debe ir la música?

Las molestias sónicas causadas este fin de semana por el Duro Festival, junto al Circuit de Catalunya, se suman a la susceptibilidad creciente respecto al encaje ciudadano de las muestras musicales multitudinarias

¿Realmente ha muerto la clase media en la música?

Entrada al Duro Festival, en Montmeló, en la edición de 2023.

Entrada al Duro Festival, en Montmeló, en la edición de 2023. / JORDI OTIX

Jordi Bianciotto

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La música en directo vuelve a verse asociada a las molestias: el caso, este fin de semana, del electrónico Duro Festival, en Montmeló, cuyo volumen sónico, pese a no superar aparentemente el umbral de decibelios permitido, ha podido ser percibido, y sufrido, a diez e incluso veinte kilómetros. Este evento ya se ha celebrado otras dos veces y, tras las quejas del año pasado, había adelantado su hora de cierre de las cinco de la madrugada a medianoche. 

El festival no está solo, porque en los próximos meses la parcela de Can Guitet, situada junto al Circuit de Catalunya, brinda un par de citas repetidoras, Barcelona Remember (4 de mayo) y Bass in the Park (11), con actuaciones que, según consta en sus webs oficiales, se extenderán hasta las cinco de la madrugada. Y en el mismo Circuit se celebrará el Reggaeton Beach Festival (20 y 21 de julio), rebotado de Sant Adrià y con un horario por precisar. 

Todo ello, en un recinto que siempre resuena como alternativa hipotética para los macrofestivales barceloneses, que naturalmente no quieren ni oír hablar de ello. Ni siquiera el Rock Fest lo vio practicable cuando, en 2023, tuvo que renunciar a su última edición por las obras en Can Zam. Montmeló ha sido transitable para la electrónica con espíritu de 'rave', no para otros géneros (recordemos la suspensión del Doctor Music Festival de 2019, ante la fría respuesta popular, tras su desencuentro con el Pallars).

Lo de este viernes contribuye a alimentar la alarma respecto a la música en vivo de gran formato en un momento en que el debate va a más. Si el uso futuro del Fòrum despierta dudas (en el propio Ayuntamiento) y Montmeló, alejado de los núcleos urbanos, tiene detrás a vecinos enfurecidos (y no discuto que puedan tener motivos), ¿adónde debería ir la música entonces? Tenemos unos festivales de los que disfrutan muchos miles de personas y que son buenos para la economía, y al otro lado de la balanza, una susceptibilidad creciente de los vecindarios.

Pues habrá que pactar: ajustar siempre las piezas en la (endemoniada) arquitectura del impacto acústico, tal vez seleccionar y proteger las propuestas que más aportan (no ya dinero, sino prestigio), y luego, no está de más considerar que nuestra burbuja de confort individual pueda relajarse cuando, ocasionalmente, entra en juego una expresión colectiva. El festival tiene algo de gran fiesta mayor, y ya sabes que, si vives en el centro del pueblo, en algún momento (no cada fin de semana) te tocará ceder un poco para que los demás sean felices.

Suscríbete para seguir leyendo