Opinión | Análisis

Patri Di Filippo

Tú lloras, Shakira factura

Del catártico nuevo disco de la colombiana a la ‘girlboss’: cuando romperse cobra sentido solamente para recomponerte en una mejor versión de ti misma después.

Shakira, la loba que da portazo al pasado en ‘Las mujeres ya no lloran’

Shakira en una imagen de archivo, Cannes (Francia).

Shakira en una imagen de archivo, Cannes (Francia). / GUILLAUME HORCAJUELO

Hay un hilo no demasiado invisible que une ‘Las mujeres ya no lloran’, el nuevo disco de Shakira, con la tendencia cultural de la #girlboss. Mujeres que publican en redes sociales vídeos sobre su vida perfectamente equilibrada: gimnasio a las 6, trabajos en una consultora de éxito hasta las 18, cenas saludables mientras escriben en su diario, casas ordenadas cuyo perfume a vainilla casi puede olerse a través de la pantalla. Mujeres hechas a sí mismas. Fuertes, independientes, trabajadoras. Triunfadoras (o que, por lo menos, aspiran a serlo). No necesitan de nadie, ellas son sus propias jefas.

Una ‘girlboss’ no es solamente una tendencia de redes sociales, y es un concepto por lo menos tan antiguo como la entrada de las mujeres en el mundo del trabajo en los años '80, pero, como todo en esta vida y más si hablamos de estilos de vida consumibles, es una tendencia cíclica. Y no es casualidad que, en los siete años que han pasado desde la Shakira de ‘El Dorado’ a la Shakira de ‘Las mujeres ya no lloran’, también hayamos pasado de una Shakira que reivindicaba la sensualidad femenina en plena ola feminista a una que se reivindica a sí misma como alguien que lo ha pasado muy mal, sí, pero ha sabido convertir sus lágrimas en diamantes.

Nada en contra de los diamantes, por supuesto. Nada en contra del lujo, de la comodidad, de un buen sueldo y de una vida buena. Ojalá más diamantes para todas. Pero la retórica de la mujer hecha a sí misma no reivindica el dinero como una cuestión de seguridad material, sino de realización personal. “Transformé el dolor en productividad”, decía Shakira en una entrevista esta semana. Todo este dolor ha valido la pena porque de él he salido mejor que antes de. Y, más importante aún, lo ha hecho sin más ayuda que la de sí misma. En la retórica 'girlboss', sanar se parece más a un curso de emprendimiento que a un proceso del que sales casi siempre más cansada y más vieja, en el que lo difícil es no perder la esperanza en que es posible un después de. Siempre es posible pero, por si acaso se te olvida, lo mejor de sanar es que una no tiene por qué hacerlo sola y hay ahí alguien listo para recordártelo.

Sería injusto pedirle a un álbum musical que fuese nada más que eso, y a Shakira que sea adalid y portavoz de nada. ‘Las mujeres ya no lloran’ es tan solo una pieza más en esta narrativa donde la vulnerabilidad tiene el deber de transformarse en algo valioso, ya sea a nivel creativo o económico, porque romperse cobra sentido solamente si puedes recomponerte en una mejor versión de ti misma después. Y, como disco de pop empoderador, funciona perfectamente. Es un álbum extraordinariamente amable; en el sentido de que no hay ni una tecla comercial que Shakira se deje sin tocar. Colaboraciones de altura, 'hits' ya publicados que ocupan la mitad del disco, guiños pop-rock a sus fans de siempre, melodías latinas para sus fans de ahora. Un disco que no corre ningún riesgo, como ningún riesgo corre una cuando se muestra fuerte, entera, valiente. Perfecta.

Si gustó tanto la colaboración con Bizarrap de la que nace ahora el título de este álbum fue precisamente por ser una canción que parecía nacer de las entrañas (da igual que no lo fuera; lo importante es que lo pareciera). Una canción llena de despecho en la que Shakira cantaba a los cuatro vientos su dolor y no pedía perdón por ello. Una canción tan pegadiza en su melodía como pasada de vueltas en su letra, donde la cantante se mostraba incluso injusta y cruel. Pero injustos y crueles somos muchas veces cuando estamos heridos. No atendemos a ninguna lógica, perdemos la compostura. Qué desagradable es el dolor. Qué incómodo. Cómo no vamos a querer evitarlo siempre que se pueda. Porque del dolor no se aprende. Se pasa caminando a pasito lento e incierto, adelante y atrás, en círculos y del revés. Como se pueda, como se sepa.

Suscríbete para seguir leyendo