Crítica de 'Los niños de Winton': cine de otro tiempo

'Los niños de Winton' es un cine de otro tiempo, y eso se siente aún más en un momento en el que películas como 'Anatomía de una caída', 'Pobres criaturas' o 'La zona de interés', las tres muy modernas de maneras distintas, llevan a la gente al cine. En parte por contraste, el clasicismo a todos los niveles (en la narración, en la dirección artística, en la puesta en escena) por el que apuesta James Hawes hace que su película se sienta algo vieja y acartonada.

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Centrada en la historia real de Nicholas Winton, un empresario británico que salvó a cientos de niños de morir en manos de los nazis sacándolos en tren de Checoslovaquia, la película recrea ese episodio histórico de una manera convencional y quizá excesivamente didáctica. Su estructura en dos tiempos (pasado y presente), su propuesta formal o su forma de dosificar los picos de emoción no albergan ningún misterio, ninguna sorpresa. Aun así, es una película indiscutiblemente efectiva en su clasicismo y en su claridad expositiva. También en su alcance emocional. Juegan a favor de eso una dirección competente, una dirección artística cuidada (la recreación de las distintas épocas es verosímil, incluso elegante) y, sobre todo, sus interpretaciones. Anthony Hopkins está estupendo en la piel del Winton anciano, sobre todo en las escenas más emblemáticas de la película, las que recrean las emisiones reales de un programa de televisión.