Un viaje espiritual

Sectas, drogas y folk redentor: la alucinante odisea de Dave Bixby

El músico estadounidense, autor de dos discos de culto recientemente recuperados, actúa este fin de semana en Lleida en el marco del festival MUD

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Dave Bixby, en la actualidad

Dave Bixby, en la actualidad / MUD

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

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En 1969, un joven cantautor de Grand Rapids, Michigan, llamado Dave Bixby grabó un misterioso disco de folk místico que reunía una docena de canciones sobre sus experiencias con las drogas y la religión. Alentado (y financiado) por el líder de una extraña secta, lo publicó bajo el título de ‘Ode to Quetzalcoatl’. Solo se prensaron mil ejemplares y fueron los miembros de la secta quienes se encargaron de venderlos. Poco después, Bixby publicó un segundo elepé, ‘Second coming’, acreditado esta vez al grupo Harbinger, y desapareció de la escena musical. Su rastro estuvo perdido durante décadas, al tiempo que ‘Ode to Quetzalcoatl’ se convertía en un cotizado objeto de culto entre los aficionados al folk psicodélico de todo el mundo. En 2009, el sello discográfico de Lleida Guerssen reeditó los dos discos y Dave Bixby volvió a presentarse ante el público para interpretar sus antiguas canciones y relatar su increíble historia.

Este sábado, lo hará por primera vez en nuestro país; será en el Cafè del Teatre de Lleida, en el marco del siempre audaz festival MUD, que entre el jueves y el domingo ofrecerá en la capital del Segrià una decena de conciertos de artistas de folk moderno de amplio espectro, del fado renovador de LINA_ a la tradición escocesa de Shooglenifty y del folclore gallego de Luar Na Lubre a los ritmos tropicales y electrónicos de Dengue Dengue Dengue.

Adicto al LSD

Dave Bixby había estado tocando la guitarra en varias bandas de folk-rock y rock de garaje del área de Michigan cuando en 1968 probó el LSD y su mundo cambió por completo. “Tomé ácido por primera vez con tres colegas a la orilla del lago Michigan mientras escuchábamos a los Moody Blues y a los Doors y veíamos el atardecer -explica a EL PERIÓDICO-. Cuando a la mañana siguiente me sentí de vuelta y me puse a reflexionar sobre las dimensiones por las que había viajado, la vida ya era diferente para mí”. A partir de ahí, el músico se embarcó en un ávido peregrinaje psicodélico -consumía LSD casi a diario- que lo dejó destruido. “Después de demasiados viajes a través del espacio interior, perdí el control y me precipité al vacío, hecho pedazos, incapaz de reconocerme a mí mismo -recuerda-. Me sentía como el Major Tom del ‘Space oddity’ de David Bowie”.

Pero en su vagabundeo lisérgico, Bixby había tenido un encuentro con la idea de Dios, y se aferró a ella para intentar salir de su desesperación. “Empecé a rezar por mi cuenta. Al principio era extraño, como hablarle al aire, pero de alguna manera me sentía escuchado por alguien. Y al cabo de unos días, ese alguien me respondió y empezamos a conversar. Fue como despertarse de una pesadilla”. De ese proceso nacieron las canciones que acabarían formando parte de ‘Ode to Quetzalcoatl’. “Las canciones del disco hablan sobre ir desde la oscuridad y el vacío hacia la luz, sobre perder tu mente y encontrarla. ¡Es un viaje difícil y traumático!”, exclama. Un viaje que se inicia en ‘Drug song’, la composición que abre el álbum, y desemboca en ‘Peace’, que lo cierra.

La grabación del elepé fue idea de un tipo llamado Don DeGraff, que involucró a Bixby en la creación de un grupo de oración con el propósito de ayudar a los jóvenes a librarse de sus adicciones y encontrar una respuesta espiritual a sus temores existenciales. Las canciones del cantautor de Michigan se ajustaban perfectamente a esos fines. “En los inicios éramos unas 10 personas que nos reuníamos para rezar y meditar. Luego la cosa creció y llegamos a ser unos 300. Yo tocaba mi música al principio y al final de las reuniones”.

Siete años en la secta

A medida que el grupo iba atrayendo a más gente, el comportamiento de DeGraff se volvía más siniestro. “Don asumió el liderazgo, se hizo llamar Sir y ahí nació una secta cristiana. Dejamos de ser seres con voluntad y libertad de elección y nos convertimos en ovejas”, apunta Bixby, que tardó un tiempo en cortar los lazos con el autoproclamado líder de The Group (nombre con el que era conocida la secta). “Después de siete años de disciplina sectaria, me sentía otra vez vacío y desilusionado. Cuando me fui por mi cuenta, había perdido mi camino y me avergonzaba haber formado parte de aquello durante tanto tiempo”. Para entonces, alertados por los padres de algunos miembros del grupo, la policía y el FBI ya estaban siguiendo de cerca los pasos de DeGraff, que en 1980 se esfumó sin dejar rastro.

Dave Bixby en los años 70

Dave Bixby en los años 70 / EPC

Entretanto, Bixby inició una existencia errante en los márgenes de la sociedad: se instaló en una cabaña que él mismo construyó en un bosque de Nuevo México; se mudó a Arizona; se hizo con un barco y se fue a vivir a las islas San Juan, cerca de la frontera canadiense; navegó toda la costa del Pacífico hasta Baja California y se quedó allí una temporada; volvió a Arizona a trabajar como guardabosques, y empezó a participar en grupos de recreación histórica al tiempo que viajaba en su furgoneta con una guitarra y un amplificador para tocar versiones de canciones de los 60 en bares, restaurantes y casinos.

En 2006, un periodista musical de Los Ángeles que había escuchado ‘Ode to Quetzalcoatl’ y había quedado fascinado por su hondura espiritual y su aura fantasmagórica localizó a Bixby y le propuso reeditar sus dos discos, algo que solo se pudo llevar a cabo cuando el sello Guerssen se interesó en el proyecto. “La oferta fue una sorpresa. De repente, tener una discográfica me validó e hizo que me tomara mi música más en serio. Empecé a sentirme como un artista de verdad”. También empezó a tocar de nuevo las viejas canciones en concierto y ya no ha dejado de hacerlo en los últimos 15 años. “El público que viene a verme está compuesto mayoritariamente por jóvenes que tienen la edad que tenía yo cuando escribí esas canciones -señala Bixby-. Y muchos no son religiosos en ningún sentido. Yo tampoco lo soy ya. La religión es algo a lo que aferrarse, pero la libertad espiritual es dejarse ir”.

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