Concierto en Barcelona

Bad Gyal, furor, diversión e hipnosis en el Palau Sant Jordi

La cantante impuso su ley en la presentación de su primer álbum, ‘La joia’

Jordi Bianciotto

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Hace un año casi exacto (el 11 de febrero), oficiaba Bad Gyal su asombroso ascenso al ‘star system’ en el Palau Sant Jordi, y este viernes ya no había mucho margen para la extrañeza: la rueda de ‘hits’ del álbum ‘La joia’ nos habla de un fenómeno pop que causa furor entre la muchachada y que se rige por leyes propias, con el calentón lírico y la tonada hipnótica en bucle como puntos de anclaje.

Y ella, la diva, figura que marca distancias con su catálogo de posturas. Ni cantante despampanante, aunque de interesantes tonos graves insinuados (muy maleados por filtros y ‘autotunes’) ni tremenda bailarina (movimientos, más bien los justos y calculados, goteo de perreos incluidos), pero figura con un aura de estrella asumida por todos. Con su vestido corto y centelleante y esas canciones que son un ‘hit’ tras otro, agrupadas en ‘medleys’ y tendentes a cierta linealidad rítmica, Bad Gyal nos metió en un estado de trance en el que era fácil perder el mundo de vista.

Bad Gyal conquista el Palau de Sant Jordi con la puesta en escena de 'La Joia'

Bad Gyal conquista el Palau de Sant Jordi con la puesta en escena de 'La Joia' / FERRAN SENDRA / VÍDEO: EUROPA PRESS

Controlando el patio

Una pizca de dancehall aquí (‘La que no se mueva’) y mucha electrónica con graves en todas partes, bases a veces con inventiva, y el eco del reguetón, y mucha rima descocada para danzar sin sentimiento de culpa. Dejando claro quién manda aquí: “Con la cintura controlo los movimientos / cuando digo que piloto yo yo no miento”.

Bad Gyal representa el triunfo del rito físico en este formalito rincón de Europa, con el pompis en el centro de las ecuaciones poéticas (el corte de mangas de ‘Perdió este culo’, y el ya clásico ‘Tremendo culón’, etcétera) y la celebración del cuerpo como instrumento de relación social y de poder. Lo representó en un ‘show’ que ha evolucionado solo un poco desde el año pasado: seis bailarines, más tarimas y pantallas de ‘leds’, proyecciones (imágenes retrospectivas de cuando “era una chavala normal”) y fogonazos de pirotecnia.

Prendiendo en las gradas, esas ráfagas de temas ensamblados, en parejas o de tres en tres, encadenando ganchos: los de ‘La joia’, como ‘Así soy’ (con un dominador Morad como invitado) o ‘Mi lova’, y los anteriores. Caso de esa ‘Zorra’ anterior a la de Nebulossa (aquí, la figura aludida es él: “Te has chingao a cada una de nosotras / y ahora queremos matarte toas”), ‘Mercadona’ y ‘Pussy’.

Fue un concentrado de Bad Gyal, con hasta 36 canciones comprimidas hora y media clavada. Tal intensidad no podía estirarse más. Poca palabrería (un único injerto para confesarse “superfeliz” y pasar lista con deleite: “aquí están mi familia, mi gente, mis amigos”) y, apurando el guion, una última andadana con otras cartas tan sencillas como fulminantes, ‘Chulo pt. 2’ y ‘Fiebre’. Todo ello certificó que lo de Bad Gyal, aunque no alcance por ahora una alta trascendencia, no se puede ventilar a partir del desconocimiento de sus reglas ni del prejuicio generacional.

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