Teatro
Crítica de 'De l'amistat' (sala Beckett): trascendencia y diversión
El nuevo espectáculo de Las Huecas sorprende por su originalidad y posiciona al colectivo como uno de los fenómenos más frescos del teatro actual
Manuel Pérez i Muñoz
Periodista.
Saltaron a la palestra para deshacer la pegajosa rutina de la escena catalana. Su anterior obra, 'Aquellas que no deben morir', causó una ola de sorpresa por su mezcla de performance, danza ritual y teatro político, una premiada y pertinente reflexión sobre la muerte y la especulación funeraria. Después de pasar por el Lliure, Las Huecas acaban de estrenar espectáculo en la Beckett, sala en la que son compañía residente. El nuevo 'De l'amistat' está a la altura de las expectativas, un guisado inclasificable que vuelve a apostar por una estructura sencilla bajo la que se esconden ricas capas de contenido.
En la base de todo, ingredientes muy actuales. La autoficción, por ejemplo, que las cuatro directoras y actrices (más otras cuatro intérpretes) estiran como un chicle hasta llegar casi al paroxismo de una constelación familiar. Su amistad real es el tema central de la obra, sobre él disertan mientras se lanzan dardos de autoparodia. Presente también el metateatro, muy propio de compañías jóvenes, recurso manipulado con ironía hasta límites pirandelianos. Los personajes se rebelan contra sus creadoras, contra la tiranía de la dirección; el arte puede llegar allá donde no llega la realidad. Pero atención, “todo esto es un teatro”, nos recuerdan sin perder en ningún momento el tono de comedia que envuelve la pieza.
Lo mejor de las Huecas es la frescura de su gramática escénica. Parten de una situación naturalista hasta llegar al delirio. No faltan sorpresas de teatro visual, números de 'slapstick' casi de tebeo y cuadros de “antibaile”, coreografías orgánicas que beben de un extrañamiento muy del Conde de Torrefiel, por buscar alguna influencia contemporánea. Y aunque citan a Nietzsche, no van de guais (y se agradece), más bien aparentan ser 'cringe', como se dice de la vergüenza ajena en TikTok.
Claro que no todos los gags tienen el mismo encaje. El número musical parece un panfleto con Pussy Riot incrustado para recordar esencia punk. Un eslabón más en una cadena de ocurrencias bien cosidas por una acertada ambientación sonora. El vestuario sirve para multiplicar el desconcierto de algunas escenas, junto con un certero ejercicio de mímesis que aúna el reparto en una sorpresa que no revelaremos, claro. Si todo está inventado, Las Huecas demuestran que las combinaciones originales no se agotan, y que la reflexión no está reñida con la complicada técnica de hacer reír.
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