Crítica

Davidsen y De Tommaso, puro talento en el Liceu

El tenor británico y la soprano noruega encandilan con un inolvidable recital a un público entregado en el coliseo barcelonés

Lise Davidsen y Freddie de Tommaso en el Liceu

Lise Davidsen y Freddie de Tommaso en el Liceu / LICEU

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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Dos de las grandes estrellas de la lírica de la primera mitad del siglo XXI ofrecieron un electrizante recital el jueves en el Liceu (con el apoyo de la Junta de Benefactores del Gran Teatre) contando con un fiel aliado como demostró ser James Baillieu desde el piano. Un público expectante quería volver a disfrutar de la soprano Lise Davidsen –que fascinó en ‘Il tabarro’ de Puccini– y del que tenía que haber sido el debut liceísta del tenor Freddie de Tommaso, ya que este se produjo hace un par de días fortuitamente al tener que reemplazar al protagonista de ‘Carmen’ por encontrarse indispuesto.

La velada arrancó con toda la carne puesta en el asador. Ambos acostumbran comenzar sus actuaciones individuales exponiendo todas sus cartas, y Davidsen volvió a hacerlo de la mano de Wagner y del aria “Dich teure Halle” de ‘Tannhäuser’; aunque al piano lógicamente no suena igual que acompañada de orquesta, tal y como se la escuchamos el domingo en su inolvidable concierto de debut en el Teatro Real de Madrid (por cierto, espléndidamente dirigida por el madrileño José Miguel Pérez-Sierra que hace años que no pisa el podio del Liceu), la joven cantante impresionó por las dotes que la distinguen: un timbre brillante, una tesitura amplia, una técnica impecable y una proyección vocal que despeina.

De Tommaso apostó por Giuseppe Verdi y un aria más propia de un lírico-ligero, “La mia letizia infondere” de ‘I lombardi’, fascinando por el despliegue de medios de este cantante que adora los acentos pasionales y el canto a la antigua. Ambos talentos extraordinarios se unieron en el dúo “Teco io sto” de ‘Un ballo in maschera’, en el que demostraron complicidad y un poderío insólito.

Davidsen cantó otras dos arias verdianas –las mismas que en Madrid–, “Morrò, ma prima in grazia” de ‘Ballo’ y el “Ave Maria” de ‘Otello’, ofreciendo una lección del control de sus posibilidades con medias tintas y un amplio juego de colores. El otro Verdi de la noche fue el aria “Cielo pietoso, rendila”, de ‘Simon Boccanegra’, con un De Tommaso cómodo y expresivo.

Hubo también espacio para otro estilo muy afín a ambos cantantes, el ‘verismo’, comenzando con un sentido “Amor ti vieta” de ‘Fedora’ de Giordano, dicha por el tenor británico con enorme dulzura, al igual como hizo en un precioso “Lamento de Federico” de ‘L’arlesiana’ de Cilèa, mientras que la soprano noruega impresionaba con un “Vissi d’arte” (‘Tosca’, Puccini) en el que jugó con los reguladores a voluntad, exponiendo un control del ‘fiato’ soberbio.

Abrió la segunda parte el aria del tercer acto de ‘La dama de picas’ de Chaikovsky, en la que Davidsen mostró una Lisa vulnerable, entregada y expresiva. Tras la apoteosis operística, el programa se movió por otros territorios en teoría más amables –aunque no menos virtuosos–, con canciones de Tosti, él (más el ‘Core ‘ngrato’ de Cardillo), y por un grupo de ‘Lieder’ de R. Strauss, ella, antes de rematar la jugada con temas de ‘My Fair Lady’ y ‘La viuda alegre’ y de dar paso a sendas propinas.

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