Cómic

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Fragmento de la portada de 'Que el fin del mundo nos encuentre bailando'.

Fragmento de la portada de 'Que el fin del mundo nos encuentre bailando'. / SEBAS MARTÍN

Anna Abella

Anna Abella

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"Lágrima. Porque no pude evitar llorar al hacer esta página", escribe en ella la dibujante aragonesa Marina Velasco (1997). Se ven dos jóvenes homosexuales abrazados en una celda durante el franquismo. Uno es Arnau, el otro, un novio con el que quedó en Barcelona en 1970. Dos policías les vieron besarse y les detuvieron. "De lo que pasó cuando nos metieron en el furgón prefiero no hablar…", le confiesa hoy. Hasta hace diez años y tras ir a terapia no pudo aceptar lo que ocurrió aquel día. Su familia lo repudió y lo mandó a Inglaterra para "enderezarlo". La suya es una de las seis historias reales que visibiliza la ilustradora en ‘Que no se olvide’ (Premio Fnac-Salamandra Graphic 2023), su debut en el cómic, un fresco de testimonios de lo que ha significado en el último siglo formar parte de la comunidad LGTBIQ+ en España. Un título que se ha sumado al reciente ‘Que el fin del mundo nos encuentre bailando’ (La Cúpula), donde el veterano dibujante barcelonés Sebas Martín (1961) aparca su habitual historieta costumbrista y contemporánea de temática gay para contar una historia de amor entre dos hombres en la convulsa Barcelona de 1935 y en los meses previos a la Guerra Civil. 

"Se ha hablado mucho de la represión en la posguerra y la dictadura, pero hay un limbo sobre cómo era durante la Segunda República -apunta Martín-. Parece que todo el mundo era muy de izquierdas pero había mucho machismo y, aunque ser homosexual o lesbiana no estaba penado, sí podían detenerte por escándalo público y extorsionarte. Además, los comunistas y anarquistas consideraban la homosexualidad como un vicio burgués. Y para los de derechas, si eras obrero y gay, pecabas por vicioso y pervertidor". 

Páginas de 'Que no se olvide'.

Martín compone un relato veraz y documentado sobre Tomás, joven y humilde oficinista lector de Lorca en el entonces barrio obrero de Poblenou, que aún no ha salido del armario y se enamora de Basilio, trabajador y boxeador curtido en la Barcelona canalla y nocturna del Barrio Chino y el Paral·lel, con locales míticos como La Criolla. Personaje este basado en un amigo de un tío del historietista, cuyas anécdotas de primera mano le ayudaron a componer la historia. 

Página de 'Que el fin del mundo nos encuentre bailando'.

También de la historia familiar toma la semilla el cómic de Velasco. "Mi tía abuela tuvo toda la vida una amiga. Era un secreto a voces pero en las reuniones familiares nunca se dijo abiertamente que eran pareja. No quería que se olvidaran las historias de quienes se vieron obligados a callar y esconderse por temor a las consecuencias, que no tenían referentes y veían que en los manuales de Medicina la homosexualidad era una enfermedad que había que tratar con ‘electroshocks’. Gente a la que entrevisté aún hoy quiere mantener el anonimato".  

La dibujante Marina Velasco, en Barcelona.

La dibujante Marina Velasco, en Barcelona. / ANA PUIT

Varios de sus testimonios sufrieron terapias de conversión bajo el control de la Iglesia para ‘curar’ la homosexualidad. "Siguieron existiendo -denuncia-. Es un retroceso enorme que Ayuso elimine su prohibición y derogue parte de las leyes trans y LGTBI en Madrid. También en Italia ves que quitan la libertad y los derechos a la gente". 

El dibujante Sebas Martín.

El dibujante Sebas Martín. / GUILLEM MEDINA

Derechos en peligro

Sobre ello apunta Martín: "En algunas calles de Madrid te amenazan y te gritan ‘maricón de mierda, vuélvete a Chueca o Malasaña’. Los gays más mayores avisamos a los jóvenes de hoy que ha costado muchísimo conseguir los derechos que tienen hoy y de que es muy fácil perderlos. Siempre ha habido homófobos y hemos sufrido agresiones, pero ahora, con partidos como Vox y PP se sienten legitimados y están a la orden del día. Y ves barbaridades en Rusia, que ha prohibido cualquier muestra de afecto entre personas del mismo sexo, o los países árabes, o Argentina... Da pavor esta ola de odio generalizada. No se puede bajar nunca la guardia".   

"Aunque aquí las cosas han mejorado, en los últimos años el discurso de odio ha ido a más -coincide Velasco-. Aún hay gente que te mira mal porque somos dos chicas que van cogidas de la mano. Y tienes miedo cuando ves que te vienen a buscar". 

Página de 'Que el fin del mundo nos encuentre bailando'.

El relato que cuenta Martín termina justo antes del golpe de estado que desató la Guerra Civil. Ahora escribe, de nuevo a fuego lento, una continuación. "Para imaginar qué les pasaría durante el conflicto y la dictadura". Ambos cómics recuerdan que aunque no fue hasta 1954 en que Franco formalizó la persecución de la homosexualidad al modificar la ley de vagos y maleantes, antes los gays ya eran objeto de "maltratos, vejaciones y detenciones arbitrarias por parte de la policía y los grupos falangistas" y podían acabar en trabajos forzados.  

Páginas de 'Que no se olvide'.

En los años 30, cuenta el dibujante, "la homosexualidad estaba asociada al lumpen, a la vida canalla, la que en Barcelona se vivía en el Barrio Chino. Pero también había gays entre la clase obrera, aunque estos no tenían voz. El personaje de Tomás quiere una vida normal con la persona de la que se ha enamorado, lejos de ese mundo sórdido". 

Otros entrevistados por Velasco temen hoy tener que ir a una residencia de ancianos. "No conciben convivir o compartir habitación con gente de su misma generación que les insultó, les negó, les detuvo, les maltrató y les hizo la vida imposible de jóvenes".