La caja de resonancia

Música latina en 2024: un auge de espaldas a España

En otros tiempos, los artistas españoles hacían las Américas, y ahora es más bien al revés. España no saca partido del ‘boom’ global de la latinidad e invita a pensar que no se toma suficientemente en serio la música como industria exportable y diseminadora cultural.

Los colombianos Ovy on the Drums, Karol G y Keityn en la gala de los Grammy Latinos de Sevilla.

Los colombianos Ovy on the Drums, Karol G y Keityn en la gala de los Grammy Latinos de Sevilla. / Jorge Zapata

Jordi Bianciotto

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Desde hace un tiempo hacemos notar en la prensa que las músicas latinas y, con ellas, la lengua española, se han filtrado en la corriente principal del pop global (de los duetos de Madonna con Maluma a los logros de un Bad Bunny, etcétera). Y así es, si bien los recientes Grammy Latinos, aunque contaron con Sevilla como bonito decorado, no dejaron una estela propicia al triunfalismo en una clave estrictamente española. La percepción es que España, más allá del talismán Rosalía, participa muy poco de esta gran ola internacional, y no parece que eso vaya a cambiar en este 2024.

No me refiero únicamente al predominio comercial del reguetón. Ya hemos visto cómo un género que, a nuestros ojos, tenía aspecto de vestigio exótico y puro nicho, como es el regional mexicano, daba en 2023 un llamativo tirón a través de la fusión con los nuevos lenguajes urbanos (el corrido tumbado encarnado por un Peso Pluma, que semanas atrás actuó en el Sant Jordi y en el Wizink Center). También la bachata. Y estos días, ‘Billboard’, órgano oficioso de la industria musical estadounidense, advierte, en sus pronósticos de año nuevo, de que el corrido tumbado mutará con fuerza hacia el llamado ‘dance bélico’ (con avisos como ese dueto del productor Marshmello con el grupo Fuerza Regida), y alzarán el vuelo las distintas formas de cumbia (la mexicana, en primer término) y el estilo tejano. Añade otras corrientes en alza: la abiertamente cristiana y la que funde latinidad con pistas africanas o asiáticas.

¿Y la música española? No da señal en esa proyección de los grandes trazos que regirán la música latina emergente e influyente a escala global. Momento para recordar que hoy en día ya hay más hispanohablantes en Estados Unidos (57 millones, aunque no sea lengua oficial) que en España, país este relegado a la cuarta plaza (por detrás, también, del gigante mexicano y de Colombia). Y, bien, es cierto que el Reino Unido cedió hace décadas a Estados Unidos la representación de la lengua inglesa, aunque la comparación produzca cierto vértigo.

Así que, mientras, en otros tiempos, cantantes melódicos y bandas de pop-rock (de Camilo Sesto a Hombres G) hacían las Américas con gran éxito, ahora la corriente va más bien dirección opuesta: ahí están Bad Bunny, Karol G, J. Balvin, Bizarrap, Rauw Alejandro, Sebastián Yatra y tantos otros. ¿Debería tomarse España más en serio la música como industria exportable y como agente diseminador cultural y lingüístico? Nunca como ahora el mundo había tenido un aspecto tan receptivo.

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