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Eaktay Ahn, la vida de película del olvidado coreano que triunfó en el Liceu

El músico y compositor, autor del himno de su país, fundó la Orquesta Sinfónica de Mallorca y murió en Barcelona en la cima de su carrera

Antes, se convirtió en una figura mundial marcada por la turbulenta época histórica que le tocó vivir

Leonor Ahn, en su casa de Palma.

Leonor Ahn, en su casa de Palma. / GUILLEM BOSCH

Daniel G. Sastre

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Entre las glorias artísticas mundiales que eligieron Mallorca para descansar por un tiempo –Frédéric Chopin y George Sand, Rubén Darío, Albert Camus- o para instalarse definitivamente, como Robert Graves, a menudo se olvida el nombre de Eaktay Ahn. Pero este músico y compositor, autor del himno de su país, Corea del Sur, tiene una estrecha vinculación con la isla, que hace unos años lo nombró hijo adoptivo, y también con Barcelona: dirigió la Orquesta Sinfónica del Liceu en los años 40 del siglo pasado y murió en los 60 capital catalana. Quizás porque su actividad principal se desarrolló en plena Segunda Guerra Mundial y en los primeros años del franquismo, en la ciudad apenas se le ha recordado.

En Palma, donde Eaktay Ahn vivió sus últimos años, tiene incluso un monumento en su honor, en el céntrico paseo del Born. “En Barcelona no se le ha hecho ningún homenaje. Antes de que se quemara el Liceu estaba Biel Moll, amigo nuestro, haciendo una recopilación de todos los conciertos que había hecho papá allí. Pero se perdió todo cuando se quemó”, afirma Leonor Ahn, hija menor de las tres que tuvo el compositor.

Con Walt Disney y el abuelo de Rafa Nadal

Y sin embargo Eaktay Ahn –también conocido como Ahn Eak-tai, según la onomástica coreana, que pone el apellido patronímico por delante, o Ekitai Ahn, como firmaba él en sus últimos años, ateniéndose a la pronunciación de su nombre en España- tuvo una vida de película. Como el Zelig de Woody Allen, o como una versión docta del Forrest Gump que interpretó Tom Hanks, fue de esas personas que parecen tener un imán para atraer los acontecimientos históricos de su época. En su caso, tras estudiar en Japón poco después de que ese país inciara su dominación sobre Corea, viajó a Estados Unidos y trabajó junto a Leopold Stokowski a las órdenes de Walt Disney para la película ‘Fantasía’; recaló en la Alemania nazi, donde vivió los Juegos de 1936 en Berlín y fue discípulo de Richard Strauss; y en el final de su vida incluso tuvo como ayudante al abuelo del tenista Rafa Nadal. “Era su mano derecha en Manacor”, dice Leonor Ahn.

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Leonor Ahn, en su casa de Palma. / GUILEM BOSCH

La casa familiar en Son Matet -un privilegiado enclave en la costa palmesana, cerca de Portopí y el castillo de Bellver, y de Marivent- da cuenta de todas estas relaciones. Y de muchas más, porque, desde que el gobierno coreano la compró y la reformó, en 2016, acoge una especie de museo de la vida de Eaktai Ahn, con multitud de recuerdos. Entre ellos, la servilleta dedicada donde Disney le dibujó un Pato Donald tocando el violín, o los programas de los conciertos que dirigió en el Liceu. De hecho, esa titularidad pública hace que la casa esté formalmente abierta a los coreanos que quieran visitarla. “Pero no vienen muchos”, afirma Leonor Ahn, que vive en la construcción de dos pisos, coqueta pero de techos altísimos, donde el músico compuso algunas de sus obras. “Casa del maestro Eaktay Ahn”, avisa una placa en coreano en la puerta.

Una casa convertida en museo

“Algunos sí vienen, pero a la mayoría se ve que les da cosa molestarme, y se van al monumento que hay en el Born. A mí me va bien que vengan los que quieran; la semana pasada estuvo aquí el embajador coreano”, añade Leonor Ahn en la conversación que mantuvo con este diario, justo antes del cambio de año.

La relación del maestro Ahn con Barcelona no se circunscribe al Liceu, sino que va mucho más allá y se adentra de lleno en lo personal. En la capital catalana conoció a su esposa, Lolita Talavera, al principio de la década de los 40, tras un concierto. “La familia de mi madre vivía cerca del Roxy, que estaba en la plaza Lesseps. Eran admiradores de Strauss, y fueron a ver a mi padre al Liceu, con su grupo de amigos. A él le interesaba que alguien le tradujera al inglés las críticas de sus conciertos que publicaba la prensa, y mi madre dijo que podía hacerlo. Ahí empezó la amistad: se veían cada vez que él iba a Barcelona. Y algunos años después, en 1945, mi madre se había enamorado, y se hizo todo a lo antiguo. Papá y mi abuelo tuvieron unas conversaciones, y mi padre sacó la agenda y dijo: ‘Bueno, yo tengo libre tales fechas para casarme’”, cuenta Leonor Ahn. La boda se celebró el 5 de julio de 1946 en la iglesia de los Jesuitas de la calle Casp de Barcelona.

Barcelona fue también, contrariamente a lo que dicen las biografías que pueden hallarse en internet –y el libro ‘Mallorca i Eaktay Ahn’, de Lolita Talavera, editado por el Ayuntamiento de Palma-, la ciudad donde murió, en 1965, por una dolencia en el hígado. Volvía de Londres, donde había dirigido con gran éxito una serie de conciertos en el Royal Albert Hall, durante los cuales ya se sintió enfermo. A su regreso a Mallorca, los médicos le dijeron que no había nada que hacer. “En aquella época aún era imposible el trasplante. Y él dijo que quería ir a Barcelona, yo creo que para que mi madre estuviera con su familia. Fue en ambulancia hasta el avión, y murió a los dos días de llegar”, recuerda su hija.

Patriota coreano con pasaporte japonés

Cuando recaló en Barcelona, Ahn ya era un músico de extraordinario prestigio internacional. Nacido en 1906 en Pyongyang, hoy capital de Corea del Norte, completó sus estudios musicales en Japón cuando ya era potencia ocupante de su país. “En aquellos tiempos, Japón era el lugar más barato donde estudiar, y allí Ahn tocó el 'cello' y también estudió composición”, recuerda el profesor Andrei Lankov, experto en Asia, en un artículo en ‘The Korea Times’. Pero su ambición profesional llevó a Ahn primero a Estados Unidos, donde ganó un puesto en la Orquesta Sinfónica de Cincinnati incluso antes de graduarse, y después a Europa Central.

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Foto de Eaktay Ahn y Prieto Mascagni, compositor de 'Caballería Rusticiana'. / GUILLEM BOSCH

En la época nazi estudió en Munich y en Viena. El pasaporte japonés que tenía en ese momento no impidió que, durante los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, enseñara a sus compatriotas coreanos desplazados a participar en la competición la música que había compuesto para el himno, que se convirtió en un éxito instantáneo. Ya en esos Juegos se cantó entre los atletas justo al lado del estadio olímpico, por ejemplo para celebrar la medalla de oro que Son Ki-chong obtuvo en el maratón. En 1948 el Aegukga con la música de Ahn se convirtió en el himno oficial de Corea del Sur.

Pero lo crucial de esta parte de su vida es su relación con Richard Strauss. El compositor reconoció enseguida el talento de Ahn, lo aceptó como discípulo y lo introdujo en alguna medida en su círculo. Eso significa que el músico coreano alternó en esa época con escritores como Stefan Zweig. De la mano de Strauss, al que Hitler nombró en 1933 director de la Cámara de Música del III Reich, viajó también por la Europa de la época. Trabajó “con los mejores músicos” en Francia, en Hungría y en Italia, recuerda su hija. Y después llegó a la España franquista.

Marcado como Strauss

El sacerdote y compositor Antonio Massana, que le había casado en Barcelona y tenía una estrecha amistad con él, fue quien le habló de Mallorca. “Al padre Massana, que tenía mucha relación con Mallorca, fueron a buscarlo unos mallorquines ilustres para preguntarle si conocía a alguien que pudiera fundar la Orquesta Sinfónica de Mallorca. Y dijo que sí, que tenía un gran amigo coreano que no tenía trabajo en ese momento, porque claro, papá, al ser discípulo de Strauss, estaba marcado, como Strauss estuvo marcado”, explica Leonor Ahn. Y así se inició la relación de Eaktay Ahn con la isla, donde ya residió hasta su muerte.  

Pese a que una asociación nacionalista coreana lo incluyó en 2008 en una lista de colaboradores de los japoneses –el nombre de Eaktay Ahn apareció como director de un concierto en conmemoración del décimo aniversario de Manchukuo, el Estado títere que Japón estableció en el nordeste de China entre 1932 y 1945-, hay numerosas pruebas de su patriotismo coreano y de su oposición incluso activa a la ocupación de su país. Además de componer la música del himno, Ahn “recibió el pasaporte número 1” del nuevo estado coreano cuando recobró su independencia, en 1948. Después de la guerra, mientras estaba en Barcelona, el compositor se había negado a viajar con el pasaporte japonés. “Se había convertido en un apátrida”, dice su hija. 

“Para Ahn, la colaboración era más bien una cuestión de conveniencia”, asegura también el profesor Lankov. Para un músico de la proyección de Ahn, “la única manera de encontrar una audiencia adecuada era actuar en el extranjero, y eso implicaría un nivel de colaboración con el Japón imperial”. Y añade: “A principios de la década de 1940, casi todos los intelectuales coreanos destacados, incluidos aquellos con credenciales nacionalistas hasta entonces impecables, colaboraban con las autoridades coloniales japonesas. En todo caso, Ahn fue mucho menos prominente en tales actividades que otras estrellas de las artes coreanas de la época”.

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